miércoles, 14 de mayo de 2014

Pasajera en trance

La gente en Buenos Aires ama, reza y muere en las paradas de colectivo.
Como pequeños portavoces de historias; como testigos silenciosos de las más diversas demostraciones de amor.

En ellas uno se cita, se reencuentra, se despide, se pelea. Esbozamos infinitas promesas de amor eterno, y también aprendemos a dejar partir. Prometemos llegar a tiempo. Juramos que es la última vez. Allí, en ese minúsculo pedazo de acero; está puesta la esperanza de la vuelta.

Va a venir, va a venir piensa el, simulando mirar un reloj con mucha atención, aunque parezca que las agujas hace siglos que no se mueven.
Se aferra, finita a esa esperanza; y qué alegría verla llegar, cuanta ansiedad que sostiene esa parada. Ansiedad de ella, de él, de miles y miles que, como ella y el, esperan; y lloran lágrimas de alegría; muchas más de tristeza.



¿por qué tardaste tanto?, pregunta como si supiéramos porqué las cosas no ocurren exactamente cuando las estamos esperando. De cuantos reproches habrán sido testigos estas paradas...

¡Cuánto hace que no nos vemos!, se dicen, y esa parada se vuelve testigo de abrazos, risas y besos de reencuentro sanador.

No te vayas, susurra alguna vez, como incrédula, mientras presuroso se sostiene en los escalones del colectivo, dejándola, desamparada, al pie de la parada que ahora es un abismo.


Morimos, amamos y soñamos en esas paradas, que nos contemplan crecer, y se hinchan de historias.


Por Flora (de su blog (http://oximoronica.blogspot.com.ar/)

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