jueves, 15 de mayo de 2014

ERP, FAP y Montoneros - "Los setentas"







Compartimos en El Ayllu este estudio sobre el derrotero de las Organizaciones Político Militares (tres de ellas ERP/FAP/MONTONEROS) durante los años setentas en Argentina. Identificaremos sus decisiones, sus debates, contradicciones, posturas y acciones con la voluntad de complejizar el  debate y dejar atrás las visiones simplistas (tan de moda). El trabajo va a ser presentado en tres entregas:

1) 

  • Introducción
  • En los Orígenes: surgimiento y matriz ideológica de las OPM

2)

  • Hacia la cristalización de la opción violenta: las OPM luego del Cordobazo (1969)
  • La respuesta política: el Gran Acuerdo Nacional y su implicancia en las organizaciones político-militares
  • Elecciones 1973 - ‘Cámpora al gobierno, Perón al poder’/¿el fin de la utopía armada?

3) 
  • Epílogo
  • Anexo
  • Biografía

 Va la primer parte de este trabajo: 

Introducción.

Cuando nos propusimos abordar el trabajo, surgió en nosotros como primera inquietud la cuestión de la violencia como práctica y metodología de acción revolucionaria.
Vale decir, encontramos en el concepto de violencia un hilo conductor para lograr entender los sucesos y las decisiones de los grandes actores políticos de aquella época.
Como primera medida, y para darle orden al proyecto, decidimos, arbitrariamente, recortar el período de análisis, centrándonos en los años que van desde 1966 a 1973.
A partir de estos comentarios presentaremos en esta introducción cuatro preguntas que nos sumergirán en una reflexión sobre el origen, fundamento y elección de la opción violenta de tres grandes actores político-sociales durante el período arriba mencionado, entendiendo que la opción por la lucha armada implicó contradicciones, momentos de incertidumbre, debates e incluso rupturas de las propias organizaciones. He aquí los interrogantes:

¿Qué?
Intentaremos analizar el problema de las vías[1] que cruzaron a las propias organizaciones en un marco social fundamentado en la proscripción del peronismo, la negación de la política representada en el cierre del parlamento y en una incesante búsqueda del “orden” a manos de la “Revolución Argentina” que no escatimará represalias.
A este marco político-social nacional se sumaran fuertes influencias internacionales que radicalizaran las posturas y las decisiones de estos actores, entre las que podemos nombrar a la Revolución Cubana, y a las luchas de liberación nacional con eje en Vietnam y Argelia. Veremos entonces si a partir de estas condiciones objetivas realmente se transformó en una opción valida la  opción por las armas de los actores políticos nacionales, en lo que resultó ser una espiral ascendente de violencia política, casi sin precedentes en la historia nacional.

¿Quiénes?

Un estudio exhaustivo de cada uno de los actores excede claramente las pretensiones de este trabajo. Motivo por el cual haremos foco en tres grandes actores del período, a saber:
1)      El Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP)
2)      Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP)
3)      Los Montoneros.
Creemos que una observación histórica de la conducta de estos actores nos permitirá reflexionar sobre los principales debates que se dieron los grandes actores político-sociales a escala nacional y nos permitirá identificar, a partir de ellos, el rol del Estado Gendarme que se encargará de sofocar, de ser necesario por vías clandestinas, a estas expresiones que se planteaban la superación del “orden”.
Digamos claramente que las discusiones en el seno de estas organizaciones no implicaron un consenso absoluto sobre la necesidad de lanzar la lucha armada, pero sí, la vía elegida.

¿Por qué?
Creemos necesario profundizar en las fundamentaciones práctico–discursivas que llevaron a la opción violenta, para poder analizar, desde una mirada critica y alejada de las tensiones de la época, las posiciones que fueron asumiendo estos actores en la escena política nacional.
Un relato sobre la opción por la lucha armada y sobre la interpretación que de cada momento histórico tuvieron cada una de las OPM nos permitirá ahondar en las propias construcciones de sentido que se fue dando la sociedad y las organizaciones de cara a las vías posibles de resolución de los conflictos sociales.
¿Desde que lugar?
Creemos que la sociedad 1966-73 se platea la discusión política desde una lógica amigo-enemigo.  Es esta lógica política la que emerge claramente como condición de posibilidad para la opción violenta, sea para mantener los resortes de poder desde el Estado, o bien para su conquista desde las bases.
Esta elección, arbitraria, de actores y periodos tiene su anclaje en una serie de preguntas que motivaron nuestro análisis, a saber:
¿De qué manera influye la coyuntura nacional e internacional de cara a la opción por la salida violenta?, ¿Qué relación existe entre la identidad de las organizaciones y la opción por la lucha armada?, ¿Hubo contradicciones a la hora de elegir esta metodología de acción al interior de cada una de las organizaciones? y ¿Cómo se dirimió esta cuestión durante esos siete años?
Estas preguntas nos interpelaron a la hora de seleccionar actores y períodos para llevar adelante la monografía, a partir de estas líneas de análisis surgieron nuevas preguntas y nuevas conclusiones que el lector podrá ir identificando a lo largo del desarrollo.
El trabajo estará dividido en cuatro momentos, a nuestro entender, significativos de cara a la opción por las armas, así es que: 
·   Hemos decidido hacer hincapié en los orígenes de cada una de las organizaciones, lo cual nos permitirá observar que la opción por la lucha armada se presentó como válida desde su propia conformación.
·   Posteriormente encontramos en el estallido obrero–estudiantil de Córdoba uno de los factores que permitió resolver hacia el interior de varios de los actores el “dilema de las vías”, bien para lanzarse de lleno a las armas (como es el caso de ERP y Montoneros) o bien para consolidar, con ciertos matices, una metodología de acción (FAP).
·   La respuesta del régimen hacia una creciente efervescencia popular post-Cordobazo, es analizada durante esta investigación, entendiéndola como factor de quiebre y como respuesta política del propio régimen de cara al romance de la lucha armada con el beneplácito popular. Esta respuesta estuvo centralizada en el Gran Acuerdo Nacional (GAN) que, con condiciones, promovería la apertura democrática y el levantamiento de la proscripción peronista, y
·   Por último, otro de los factores que ha puesto en discusión la opción por las armas hacia el interior de las organizaciones político-militares, fueron las elecciones de Marzo de 1973, y la postura asumida de cara a un gobierno “popular” que ya no planteaba el nivel de confrontación que era necesario para enfrentar al régimen. La historia demostró que el peronismo lejos estuvo de representar aquello que había representado en otras gestiones y que la apertura democrática no fue una derrota en sentido estricto del partido militar sino, más bien, una especie de retiro para volver trágicamente, y con mayor fuerza, en Marzo de 1976.
A través de estos cuatro ejes hemos intentado hilar las condiciones que influenciaron en las propias OPM de cara a la validez o no de la opción por la lucha armada.
Hasta aquí la presentación del trabajo, la invitación esta hecha.


En los Orígenes: surgimiento y matriz ideológica de las OPM
PRT-ERP

De las tres organizaciones político-militares (OPM) que nos proponemos estudiar, la que más atrás se remonta en el tiempo es el PRT-ERP, conformado en primera instancia por la unión de dos movimientos.
Por un lado, el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), un movimiento político de principios de los años 60, de corte indo americanista impulsado por el hermano de Mario Roberto Santucho. Al calor de la Revolución Cubana, virará su postura desde un vago antiimperialismo, a la opción por el marxismo leído, principalmente, desde Mariátegui. Por otro lado, Palabra Obrera, órgano de prensa del Partido Obrero Trotskista, organización cuyo dirigente más importante era Nahuel Moreno, que practicaba el entrismo al interior del peronismo.
Lo que unía principalmente estas dos corrientes era un rechazo rotundo al foquismo como metodología, y la determinación de conformar un partido revolucionario que supiera encuadrar la lucha armada en una lucha de masas.
El Frente tuvo repercusión en un principio en la zona de los ingenios tucumanos, donde había una masa suficientemente movilizada que, una vez instalado el Onganiato, llevó a cabo las primeras acciones contra la dictadura. La influencia del FRIP formó en la práctica el concepto de unidad obrero-campesina, mientras que el ala de Palabra Obrera era más influyente en los sectores de la clase obrera industrial (Bs As, Rosario, Córdoba) y entre los universitarios. Coinciden además, según Mattini, en ciertos rasgos de coincidencia con el trotskismo, como ser el culto a la espontaneidad, el papel mesiánico del revolucionario, y el culto a lo concreto[1].

Surgimiento del PRT
El PRT surge como tal en 1965, su aspiración fundacional era dar un cauce partidario al método de la insurrección por la vía armada, desde la óptica del marxismo-leninismo
Es interesante que la opción armada estuviera presente desde el comienzo, y fuera en cierta medida exigida por los mismos sectores proletarios tucumanos, como defensa legítima frente a la violencia ejercida desde el gobierno dictatorial. Santucho bien lo grafica cuando dice que:

El planteo de la lucha armada irrumpe en el PRT entonces no a través de estudiantes o intelectuales revolucionarios influidos por la experiencia revolucionaria de otros países. Surge de la experiencia directa de las masas obreras argentinas y es incorporada al Partido por su vanguardia, que ha recorrido previamente el camino de la lucha pacífica (…) hasta que, cerradas todas las posibilidades legales con la asunción de Onganía, se orienta correctamente hacia la guerra revolucionaria’[2]

De todas formas, este planteo va tomando formas diferentes con el correr de los años, concibiéndose primero como resistencia armada, pero con la guerra revolucionaria como faro a seguir, premisa que se completa cinco años después de la creación del PRT con la conformación de una estructura militar permanente, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Ideológicamente el partido se nutre de diversas influencias, que van forjando una particular matriz ideológica que tensiona al interior de la dirección y moldea el accionar de los próximos años: la experiencia de una Revolución singular y triunfante como la cubana, y el pensamiento del Che Guevara. Esta influencia se hace más palpable una vez asesinado el Che en 1967. El “matrimonio” Santucho-Moreno se rompe luego de este hecho, por diferencias metodológicas irreconciliables. A partir de este suceso la estrategia del poder y lucha armada guían el accionar del PRT.
Guevara, como cuenta Julio Santucho, constituye una influencia fundamental, no sólo porque es el exponente de una revolución triunfante, sino por su convencimiento de que es posible lograr un desarrollo acelerado de la conciencia y organización de las masas a través de la lucha armada. En cierta forma, la exaltación del factor subjetivo, el deber moral del revolucionario, impulso que antecede y  trasciende la opción política, constituye la herencia guevarista que forma parte esencial de la cultura política del PRT.
Por otra parte, es interesante comprender que Santucho y el ala del FRIP ‘leen’ el marxismo desde el trotskismo, incluso sin estar totalmente de acuerdo con el accionar de Palabra Obrera, e inicialmente rechazando la incorporación a la IV Internacional. Esta influencia ideológica, sin embargo, acompaña al partido y nutre una parte importante de la matriz ideológica del PRT, junto con el maoísmo, y la posterior experiencia vietnamita, transformada con el tiempo en faro que guía el accionar guerrillero y se convierte, para Santucho y los demás, en demostración palpable de los pasos a seguir para triunfar en la revolución. Para aquel momento ya se había alejado Moreno de la escena, y se había comenzado a poner en práctica la llamada revolución ideológica, que pretendía una proletarización de los intelectuales, para unificarlos con las masas.
En este contexto de creciente movilización, no sólo dentro del PRT sino en el país en general, se reúne el IV Congreso, en 1968.
En él, se lleva hasta las últimas consecuencias el planteo del carácter continental de la revolución, sellando definitivamente la opción armada como vía, y se abre el camino para una serie de tensiones y fraccionamientos al interior del partido. La tendencia de izquierda que nuclea a Santucho y a su clan, autodenominada “leninista”, la tendencia de centro que se denominó tendencia comunista, y la de derecha, que se autodenominó “proletaria”. Aquí se evidencian las diferencias en cuanto los métodos empleados, y si bien se acusaron mutuamente de las más variadas regresiones, es importante destacar que la fracción que se impuso y que llevó al acomodamiento en los dos años siguientes fue la de Santucho.
El IV Congreso comprende que, de alguna manera llegó el momento de ‘responder con la violencia revolucionaria a la violencia contrarrevolucionaria’, no en vano al año siguiente se produce un hecho que agudiza las contradicciones ya existentes y define la opción política y militar de nuestras tres OPM: El Cordobazo.


FAP

En términos concretos, resulta oportuno identificar el nacimiento de las FAP[3] con su primera aparición pública, en el monte tucumano, más precisamente en la localidad de Taco Ralo (Septiembre de 1968).
Allí se instaló el Destacamento Montonero 17 de Octubre de las FAP con intenciones concretas de lanzarse a la lucha armada, para enfrentar sin más a la dictadura de Onganía, a los burócratas del partido y para desencadenar el regreso de Perón.
La consolidación del foco guerrillero en el monte tucumano, tenía como objetivo inmediato la toma de la comisaría del pueblo y el lanzamiento de su proclama[4], a partir de lo cual se replegarían al monte y desde allí continuarían con el desarrollo del foco guerrillero.
Este objetivo inmediato era trascendido por el objetivo final que buscaba básicamente el regreso del líder, o mejor, el regreso de lo que el propio Perón había encarnado en tanto representante de la clase trabajadora[5].
Proyectaban ser “la chispa que incendie la pradera”[6], lo cual demuestra que se creía que una vez hecho público el acto, las masas peronistas se volcarían en una guerra total contra el régimen, en pos de la vuelta de Perón, por una patria “Justa, Libre y Soberana”.[7]
Las FAP no nacieron como una alternativa aislada de “vanguardistas iluminados”, sino más bien como la “expresión armada” de las necesidades del Movimiento Peronista. Hasta el propio Perón daba lugar al alzamiento militar por parte del pueblo y en contra de la violencia estructural del régimen[8].
El alzamiento de Taco Ralo fue abortado el mismo 19 de septiembre de 1968. Pero más allá de la derrota táctica, las FAP no invalidaron el método, y seguían confiando en la necesidad de una vanguardia (armada) justa y  equilibrada[9] que guíe al pueblo hacia su propia liberación. 
En términos ideológicos es dable identificar el comienzo de las FAP en el año 1955. Vale decir, las FAP se presentan en la historia nacional como herederos de este proceso y poniendo los pies en el legado de la resistencia peronista (1955-58), en la insurrección fallida del general Valle[10] y en la constante lucha por el retorno de Perón al país, enfrentan la violencia estructural de un sistema que agobia a las clases populares (vale decir, peronistas) y niegan salidas institucionales a sus problemas sociales.
Observamos de esta manera una serie de elementos que nos permiten identificar en que consistió la opción por la violencia en el seno de las Fuerzas Armadas Peronistas.
Por un lado, observamos que la opción por la violencia se hace piel desde los orígenes de las FAP, siendo ésta un “acto reflejo” de un movimiento peronista negado y perseguido desde el golpe de Estado de 1955 que llevaba el sello de la humillación y la bronca[11].
Es decir, se creía en la legitimidad de la “violencia popular” para enfrentar a la violencia estructural comandada ahora por el régimen de Onganía, que dividía radicalmente el escenario nacional entre peronistas y anti-peronistas. La revuelta se hacia inevitable, y el “hecho maldito del país burgués” se alzaba en armas en pos de la recuperación del poder enajenado por la oligarquía 13 años atrás.
Es así que observamos cómo fue el propio sistema político el que dejó a las organizaciones bien cerca de la opción por las armas. Es decir, la justificación de la violencia tenía su correlato concreto en la negación de los carriles institucionales y democráticos de representación, a lo cual debemos sumar la efervescencia mundial en pos de la liberación.
¿Podemos afirmar entonces que el origen de las FAP encuentra a la política guiando a las armas? Encontramos aquí una doble dimensión que ensayará las veces de respuesta al interrogante esgrimido:
Por un lado, decimos que claramente la opción por la lucha armada representó una respuesta político-práctica (violenta) por parte de las organizaciones hacia un sistema político cerrado, con mecanismos institucionales impotentes, con espacios de negociación cerrados[12] y que, por si fuera poco, negaba a las mayorías y a sus reivindicaciones otrora conquistadas.
Pero por otra parte, entendemos que la aplicación mecánica de la experiencia cubana condicionó las posibilidades de la propia organización, vale decir: ¿era válida la opción foquista para una organización que pretendía representar a las bases? Sí, la época validaba esta opción, pero como un momento de una estrategia integral de enfrentamiento al régimen, que debía ser acompañado de acciones urbanas y, sobre todo, de un consecuente trabajo de base que haga eco en las masas peronistas en creciente desmovilización tras años de resistencia[13]. Esta es, quizás, la lección más importante que aprendieron las FAP tras la fallida insurrección de Taco Ralo.
Esta respuesta nos indica que la opción por la violencia anidó en las FAP desde sus comienzos, y que resultó ser la metodología erigida como forma de acción incuestionable frente a los desafíos acumulados desde la resistencia[14]. Que ahora demandaba el enfrentamiento total contra los enemigos del pueblo peronista, es decir, contra burócratas y militares, en pos del regreso de Perón.

Montoneros
El origen de Montoneros se remonta al año 1970, con su carta de presentación en el asesinato de Aramburu, verdugo del sentimiento peronista desde los tiempos de la “Revolución Fusiladora”[15] que frustró los intentos insurreccionales del levantamiento del General Valle durante la Resistencia.
La opción por la violencia expresada en la metodología de la lucha armada acompaña a Montoneros desde sus primeros momentos. Para la organización montonera todas las posibilidades que logren redimir al pueblo de sus opresores ya se habían agotado bajo las estrategias electorales o insurreccionales, era la hora de las armas. Bajo la óptica montonera desde  1955 el pueblo argentino  había vuelto a ser marioneta de las clases dominantes expresadas en la oligarquía y la burguesía extranjerizantes, que  intentaban vender el país al imperialismo norteamericano. El alzamiento del General Valle y los fusilamientos de 1956 habían frustrado la vía insurreccional del pueblo peronista tendiente a recuperar el poder perdido un año atrás. Las estrategias electorales volcadas en la confianza del pacto con Frondizi y el intento fallido de regreso del líder en el ‘64 habían agotado las metodologías de lucha peronista.
La lucha armada era entendida como la opción final e inevitable frente a la opresión estructural del sistema y de cara al carácter fuertemente represivo del Onganiato. Era necesario encauzar el movimiento peronista hacia una tendencia revolucionaria que luche por una “Patria Justa, Libre y Soberana” (al igual que las FAP) y que considere a la sociedad socialista como el objetivo final para hacer realidad tales valores, objetivo que Perón no habría podido concretar por el afán golpista de la oligarquía gorila en el ‘55.
Desde sus comienzos Montoneros se vio influenciado por distintos ismos. El primero, herencia de los años de la presidencia de Perón, es el nacionalismo. Frente a los embates del imperialismo, la elección por una patria soberana que pueda decidir de manera independiente los destinos de la nación constituyó la esencia del movimiento peronista desde sus orígenes. Por otro lado, la opción por el socialismo: Perón siempre fue ambiguo al usar ese concepto, sin embargo el fervor revolucionario de los hombres y mujeres de Montoneros hizo del socialismo una bandera fundamental. La violencia estructural del sistema que ellos conocieron desde la proscripción, hizo que la asociación entre oligarquía, imperialismo y capitalismo fuera casi inmediata, es por ello que la persecución de la patria socialista se vea como la panacea a la que todo revolucionario debiera aspirar. El contagio generado a través del triunfo de la revolución cubana fue sin duda un elemento primordial para entender tal filiación con el socialismo. (La afinidad por lo sucedido en Cuba no termina en las ideas nacionalistas o socialistas, también se extienden a la metodología empleada para alcanzar los objetivos revolucionarios: con sus reformulaciones, Montoneros sintió fuerte atracción por la táctica guerrillera y la “teoría del foco”; la diferencia constaba en que para ellos la estrategia guerrillera debía emplearse en los centros urbanos, considerados como los lugares con mayor potencial revolucionario dada la enorme cantidad de población reunida allí.)
Montoneros también absorbió gran influencia del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. El origen católico de muchos de sus integrantes los ha hecho partícipes de la “opción por los pobres” que por entonces propiciaban muchos de los “cursas rebeldes”, verdaderos disidentes de las posturas hegemónicas de las jerarquías eclesiásticas locales. La incursión de algunos de sus cuadros en el Comando Camilo Torres  y en la revista Cristianismo y Revolución  que dirigiera Juan García Elorrio, fue de los antecedentes más notorios de Montoneros y que marcaría la impronta cristiana revolucionaria con la que la organización se identificaba.
Otras de las organizaciones por las que algunos de sus integrantes tuvieron una experiencia de militancia fueron en Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) de tendencia izquierdista, la Guardia Nacional Restauradora (GNR), de derecha, las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) de ideas marxistas-peronistas y Tupamaros (de Uruguay), por nombrar algunos[16].
En otro sentido, el origen de esta OPM es entendido por Lucas Lanusse como la fusión de distintos grupos distribuidos en varias ciudades del  país y que confluyen, hacia fines de los sesenta, gracias a la común proveniencia de experiencias militantes, en el cristianismo revolucionario.
Algunas de las tesis que tratan de explicar los orígenes de Montoneros hablan que la mayoría de sus integrantes no eran “verdaderos” peronistas; muchos, además, eran hijos de familias de clase media que mostraron gran aversión frente a la novedad peronista de fines de los años 40. Estas versiones cuentan que la opción por la bandera peronista por parte de la organización da cuenta de una racionalidad instrumental que ve al peronismo como la “ideología” de la mayoría del pueblo argentino y es por ello que Montoneros decide autoproclamarse peronista, para lograr un impacto positivo y adhesión entre los oprimidos[17].




[1] SANTUCHO, Julio: Los últimos Guevaristas. Surgimiento y eclipse del Ejército Revolucionario del Pueblo. Ed. Punto Sur, Buenos Aires, 1988.  p.171.


[1] Mattini, Luis. Hombres y Mujeres del PRT-ERP.
[2] Santucho, Mario R. “Introducción a las Resoluciones del V Congreso y de los CC y CE posteriores”, en Santucho, J. Los últimos Guevaristas.
[3] El nombre Fuerzas Armadas Peronistas tiene una historia previa dentro del Movimiento Peronista, véase:
 ANGUITA, Eduardo / CAPARROS, Martín: La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en Argentina. Buenos Aires. Ed. Planeta/ Booket,  2009. Tomo I, p. 392.
LUVECCE, Cecilia: Las Fuerzas Armadas Peronistas y el Peronismo de Base. Bs As. CEAL. 1993. p 53.
[4] ANGUITA, Eduardo / CAPARROS, Martín: Op. cit. Tomo I. p. 399.
[5] LUVECCE, Cecilia: Op. cit. p. 86.
[6] ANGUITA, Eduardo / CAPARROS, Martín: Op. cit. Tomo I. p. 403.
[7] DUHALDE, Eduardo Luis: De Taco Ralo a la Alternativa Independiente. Historia documental de las “Fuerzas Armadas Peronistas” y del “Peronismo de Base”, La Plata. Ed. De la Campana. 2002. p. 119.
[8] Carta de Perón desde caracas a los compañeros peronistas, octubre 1957. En:
 LUVECCE, Cecilia: Op. cit. p 38.
[9] LUVECCE, Cecilia: Op. cit. p 87
[10] DUHALDE, Eduardo Luis: Op. Cit. p. 109.
[11] LUVECCE, Cecilia: Op. cit. p 45.
[12] LUVECCE, Cecilia: Op. cit. p. 67.
[13] Este rol lo va a cumplir el Peronismo de Base.
[14] LUVECCE, Cecilia: Op. cit. p. 67.
[15] Nombre que los peronistas le dieron a la Revolución Libertadora de 1955.
[16] De estas experiencias se nutre la hipótesis de Gillespie para explicar el origen de Montoneros.
[17] Esta es otra de las tesis que teje Gillespie en su libro sobre Montoneros. Lanusse no va a ser tan estricto en esta consideración: éste dirá que en realidad, la identificación con el peronismo viene de la mano del hallazgo de la identidad peronista entre los pobres. Es necesario para Lanusse comprender el rodeo que hace Montoneros sobre ‘los pobres’ para entender la filiación peronista por la que optan los integrantes de la organización en ciernes. La tesis de Gillespie se encuentra en: GILLESPIE, Richard; Soldados de Perón. Los Montoneros; Bs. As, Grijalbo, 1987

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