lunes, 14 de abril de 2014

Entre el ateísmo y Manuel

A propósito de la nota de José Pablo Feinmann ("Dios es ateo"                                 http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-243510-2014-04-06.html), compartimos una mirada distinta sobre el bien y el mal, expresada en la historia de el linyera Manuel.... la pregunta queda en el aire ¿Quién tendrá razón? Como dice Larralde "¿Quién sabe si a Dios veré o al diablo viejo riyendo?"

Vulnerables


Manuel es un linyera, croto o cómo se dice hoy, un excluido y vulnerable. Vivía, ya que este encuentro sucedió hace varios años, en la Villa Itatí que se armó en una cava. Es en Bernal. La Villa estaba edificada sobre las laderas de la cava, y digo estaba porque actualmente está edificado todo el espacio. Según dicen, llenos de paraguayos que meten ladrillo y cemento que da calambre.
Pero volvamos con Manuel. Su casa, es decir su rancho era de chapa, sobre la ladera de la cava y al borde de una vereda. Tenía una amplia vista de la cava, que en aquel momento parecía un bañado. Todas las aguas de la villa descendían hacia el centro y se formaban lagunas formándose un hábitat para fauna y flora autóctona. Ratones a patadas. Actualmente pusieron unas bombas para desagotar la cava cuando llueve y no se inunden los que hoy viven en el centro.

Manuel era un hombre de 70 años. En realidad no se cuanto tenía, a mí me parecía esa edad, pero la vida dura marca los cuerpos y también el espíritu de los hombres. De ojos claros, pícaros y tez blanca. Sería un descendiente de gringos. Según cuentan se sentaba siempre cerca de la puerta del rancho en un viejo sillón sin patas a matear o a tomar unos vinos.
Lo conocí en un encuentro que realizamos con unos amigos del barrio, debajo de un árbol al frente de su casa. Tiramos unos chori y carne a la parrilla, abrimos unas cajitas de tetra y ahí nomás empezó la charla, los cuentos y la guitarreada. Manuel seguía sentado en su sillón, quieto pero atento. El correntino, el asador, me dice llevale a Manuel y me da un choripan y otro pedazo de carne cortado al pan. Y ahí nomás nos ponemos a hablar. De la villa, de qué pasa cuando llueve, de los muchachos y el paco, etc.
Siempre me acuerdo de esta charla cuando hablan de excluidos y vulnerables, cuando hablan del mal de la pobreza y la existencia de Dios. En un momento de la charla Manuel me mira a los ojos y dice con voz baja pero firme, todo sucede bajo el dominio de Dios, porque yo seré un ignorante, y levantando la mano con el dedo apuntando al cielo agrega rematando, “pero de Dios sé”. Dicho sin rebeldía, sin rencores, como fruto de una sabiduría gestada en la dureza de la vida, en el borde de la vida.


Este encuentro con Manuel está siempre presente en mi memoria. Desde allí surgen preguntas que a medida que pasan los años encuentran respuestas. ¿Excluido de dónde?; vulnerable, ¿en qué sentido? Sí, a esta altura creo que los vulnerables somos nosotros.

Por Luis Garavaglia




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