Y porque pasan los días, los años y algunas cosas no
cambian. La barbarie tiene varios siglos en este planeta y cada tanto aparece
para recordarnos la parte humana de la animalidad. No fueron bestias por
Auswitchz y la ESMA , fueron humanos, lo peor de lo humano, pero humanos.
No son bestias los que semanas atrás en Rosario casi matan
a dos motoqueros que confundieron con ladrones. Garantes de un arcaico
procesamiento público, desahogan sus fracasos y sus miserias a golpes.
No son bestias los que (cerca de este lugar en Rosario)
esta semana mataron a golpes a un pibe por robar una cartera. Son humanos, casi
cien de ellos, reunidos en torno a una mole de carne y huesos tendida en el
piso para patearla, para hacer “justicia por mano propia”, para golpearla hasta
que el cuerpo dijo basta. Humanos, lo peor de ellos, pero humanos.
Justo aquellos que se quejan de que “la vida no vale nada”,
se lanzaron como hordas con garrote en mano para hacer “valer nada” la vida de
este pibe. Es la subjetividad del valor, cada vida “vale” según la subjetividad
de quien la sopese. Para estos tipos, la vida de ese pibe no valía nada.
Tampoco valió mucho la de Luciano Arruga, o la del Patón, Jeremías y el Mono en
Rosario. La de miles de chicos violentados, estigmatizados y condenados
socialmente por haber nacido pobres.
La moneda de cambio es clara: me robas te mato (Robo por
asesinato). No robas, te mato (Luciano – Negativa a robar para la policía por
desaparición). Militas te mato (Patón, Mono, Jere – ayuda a los pibes del barrio
por asesinato a manos de sicarios de la droga). Humanos que asumen el rol de
verdugos y que la comunidad peligrosamente avala desde el doloroso “hay que
matarlos a todos”. Se elimina la responsabilidad individual ante esos
asesinatos, es un supuesto “nosotros” el que avala el ajusticiamiento de uno de
“ellos”.
Estamos caminando hacia una sociedad arcaica, donde estos
tipos de actitudes se están tornando habituales. Se favorece, desde el
discurso y la práctica, a fogonear una espiral de violencia que parece difícil
de detener. Entonces la violencia se vuelve más violenta, y la vida se vuelve
muerte.
Como dijo recientemente Javier Nuñez “Si nosotros es
esta turba que mata y estos cuantos que celebran la muerte, no cuenten nunca
conmigo entre las filas del pronombre”. Tomo
sus palabras y digo: Aún a costa de angustiarme por los hechos de violencia y
delincuencia que suceden a diario, no cuenten conmigo. Aunque un delincuente
haya revolcado en el piso a mi abuela quebrándole la cadera para robarle la
cartera, no cuenten conmigo. Aunque hayan robado a mis hermanos y a mí a punta
de navaja, aún así no cuenten conmigo.
Esa turba que mata y celebra la muerte no soy yo.
Esa turba que mata y celebra la muerte no soy yo.
El Infernal
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