La reciente muerte del preso político vasco Arkaitz Bellón
pone nuevamente en tela de juicio la situación de los presos políticos vascos
ante los ojos de toda la sociedad mundial, no sólo de la española y la vasca.
La
lucha por la independencia a llevado, en las últimas décadas a una enorme
cantidad de vascos a la cárcel. Estos presos no sólo sufren de la privación de
su libertad, sino que también sufre todo tipo de castigos, desde torturas,
suicidios más que sospechosos, y todo tipo de vejaciones, tanto a los presos
como a sus familiares.
Con
el proceso de paz que comenzó en Septiembre de 2010 se han redoblado los
esfuerzos por parte de la comunidad vasca en su campaña por la repatriación de
los presos y a su vez denunciando las condiciones violatorias de los derechos
humanos en que son mantenidos por el gobierno de Madrid. La “dispersión” es
como se conoce al traslado de los presos vascos lo más lejos de sus lugares de
residencia. Un promedio de 615 kilómetros separan a los presos de sus familias.
Solamente 40 presos se encuentran privados de su libertad en tierra vasca. Los
presos vascos están dispersos en 79 cárceles diferentes. Pero la distancia que
los separa de sus seres queridos no es el único escollo a superar, también hay
que mencionar las trabas a la comunicación con el exterior, la pésima atención
médica así como la violación de muchos otros derechos básicos.
Según
el informe del mes de Diciembre de Etxerat Elkartea, hay un total de 520 presos
vascos. De ellos, 76 están a más de mil kilómetros de distancia, incluso, en
cárceles de Francia, Inglaterra, Irlanda del Norte o Portugal. Además hay 8
presos vascos en prisión atenuado por enfermedad grave e incurable.
Las
condiciones en las que viven cautivos los presos vascos son inhumanas, las
brutales palizas, una pésima situación sanitaria y con su constante desidia en
la atención de los enfermos: muchos de ellos padecen afecciones por las cuales
no son atendidos ante la negativa de las autoridades penitenciarias de
atenderlos. Es consecuencia de esta situación que los presos vascos se vean
obligados a realizar huelgas de hambre o encierros, para pedir que se respeten
sus derechos en prisión y exigir su repatriación. Incluso, es una práctica
común el traslado de presos a otras cárceles, sin motivos claros, acción que
muestra a las claras que más que presos son rehenes.
Otro
de los principales puntos por los que se pide el fin de la dispersión, y una de
las principales adversidades que deben afrontar los familiares y amigos de los
presos vascos son las distancias que deben afrontar para ver a sus seres
queridos. La única posibilidad de ver a los presos los fin de semanas hace que
los familiares deban cubrir grandes distancias en muy poco tiempo, produciendo,
lamentablemente, una enorme la cantidad de accidentes de transito que padecen
los familiares y amigos, de los cuales muchos terminan con la muerte. Incluso,
en muchas ocasiones se han quedado sin poder visitar a los suyos por no serles
permitida la entrada en la cárcel; la mayoría de las veces, no han recibido
ningún tipo de explicación por parte de las autoridades. Como se puede
pretender la eventual reinserción de los presos al estar tan lejos de sus
familias y amigos, privados del afecto que sólo ellos les pueden brindar.
El
proceso de paz, continuamente negado por Madrid, instaló el debate de la
situación de los presos vascos. Las campañas por la vuelta a casa de los presos
a llevado a la liberación de alguno de ellos, mucho más tarde de lo que
deberían haberlo hecho, pero aún así, les siguen vulnerando derechos como se
los solían hacer entre rejas. Es por todo esto que es indispensable para
continuar con el proceso de paz, que se termine la dispersión, para que se
terminen de vulnerar los derechos de los vascos, y para que todos los presos
vuelvan a la tierra de sus mayores, con sus familias.
En
1983 el GAL, secuestró a Segundo Marey. Por ello, condenaron a José Barrionuevo
y a Rafael Vera a 10 años de prisión. Salieron a los 3 meses. Miguel Planchuelo
y Julían Sancristóbal también recibieron una pena de 10 años, pero salieron a
las 10hs. Ricardo García Damborenea también estuvo 10 horas en la cárcel, pese
a tener una condena de 7 años. Julen Elorriaga cumplió 19 meses de prisión, de
los 75 años que debía cumplir. Arkaitz Bellón llevaba 13 años en prisión por
quemar un colectivo, le faltaban meses para salir, con la pena íntegra
cumplidca. Se murió en la cárcel, a los 36 años y a más de 1000km de su casa.
De
todo esto queda claro, que la justicia española es bien española, pero poco
tiene de justicia.
Por Nicoás Cháves
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