Se imponen las fechas, los recuerdos, la batalla por no
deslindar responsabilidades. El ejercicio de revisarnos es casi una rutina para
los que creemos que nuestra historia se puede narrar desde distintos hilos
enlazados cual nudos gordianos.
Esos nudos desandan el acontecer de La Memoria, alma mater
de nuestro ser-estar en este mundo.
Somos nuestro pasado, nuestras derrotas y triunfos, nuestras virtudes y
nuestros errores, somos esa contradicción que nos deja siempre al descubierto.
Estamos transitando nuestras vidas, mirando nuestros ombligos e intentando
anudar lazos de solidaridad con nuestros hermanos. Somos y estamos, pero no
siempre…
Están los que fueron y nunca podrán ser, aquellos que no son
porque no portan su verdadera identidad. Están los que no están porque los
arrancaron, porque los vejaron y los borraron. Está la memoria que es el ser de
nuestra historia. A ella acudimos, siempre. Hoy no es la excepción.
Se cumplen 37 años del golpe genocida acontecido en nuestro
país. Hemos desandado relatos y estudiado cada momento de esta triste historia.
Aún está en debate su contenido, porque el terror hizo mella en los cuerpos,
porque la mentira se impuso y el “algo habrán hecho” aún se escucha en varias
conversaciones.
Hace 37 años nos veíamos derrotados, nuevamente. Como las
montoneras, como Dorrego, el Chacho, los mártires de la semana trágica, y
tantos millones que desde tiempos remotos derraman su sangre por hacer de este
mundo uno más justo.
Nos vimos derrotados, pero la derrota tiene parábolas, porque
la verdad emerge, porque las culpas no se borran en dudosas salas de confesión,
porque la lucha no se negocia, al igual que la sangre derramada. Porque los
desaparecidos no se olvidan y su lucha reaparece en el decir cotidiano de un
pueblo que configura constantemente nuevas realidades.
Nos vimos derrotados, silenciaron a miles pero no nos
vencieron. Pensaremos en ellos cada vez que un niño ría y estudiantes junto a
obreros se organicen. Pensaremos en ellos cuando miremos la injusticia que nos
rodea o cuando veamos a Madres y Abuelas portando un pañuelo que es Bandera.
Pensaremos en ellos cada día que nos falte Arruga, López y tantos más.
Pensaremos en ellos cada vez que un policía se cargue a un pibe y las balas del
poder usen la alfombra para esconder su mierda. Pensaremos en ellos cada vez
que un pibe llore de hambre, pensaremos y actuaremos por ellos para cortar, de
una vez y para siempre, el hilo de sangre que cruza nuestra historia.
Actuaremos por y con ellos para construir una democracia verdadera que
comprenda que no toleramos más las injusticias, el abandono, la violencia del
poder y la desidia.
Extraño itinerario de un país signado por la tragedia,
extraña persistencia de un pueblo por no olvidar para hacer realidad su sueño
de Memoria, Verdad y Justicia.
30.000 compañeros desaparecidos
PRESENTES, AHORA y SIEMPRE.
El infernal
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