martes, 22 de mayo de 2012

La Crónica del día

…”Y cuando en el corazón la sangre hierve, es de esperar que se derrame sangre. Me llamo con el nombre que me dieron, el que tomó la crónica del día(…) Yo tengo un nombre rojo de piquete y un apellido muerto de veinte años, y encima las miradas insolentes de los perros oscuros del cadalso. Yo no llevaba un arma entre las manos sino en el franco pecho dolorido, y el pecho es lo que me vieron armado y en el corazón todos los peligros. La mano que me mata no me llega ni al límite más bajo de mi hombría aunque aunque me arrastren rojo en las veredas con una flor abierta a sangre fría… (Jorge Fandermole)



“Con Lepratti, el número de muertos en la provincia de Santa Fe durante los días 19 y 20, llegó a nueve(…) El dato dista de ser casual: según un estudio de la Universidad del Litoral, durante los años 1998, 1999 y 2000, la provincia de Santa fe registró la mayor tasa nacional de víctimas de la violencia policial(…) Hay amistades y funciones que perduran” (Miguel Bonasso, 2011)



Hay datos profundamente reveladores que nos permiten hacer una rápida mirada al pasado con profundo anclaje en el presente para poder entender, a partir del triple crimen cometido el primero de enero de este año en la ciudad de Rosario, una problemática estructural, sus responsables y sus víctimas. Hace algunos días se conoció el segundo informe de la comisión investigadora independiente del triple crimen del barrio moreno en la ciudad de Rosario; comisión que se formó para hacer un seguimiento exhaustivo de la causa y en su carácter de independiente, denunciar la corrupción y la obstaculización para su esclarecimiento. Carlos del Frade, periodista y dirigente político de la ciudad, miembro de dicha comisión, en una pequeña charla en la facultad de Derecho de la UNR, hizo mención a algunos datos de relevancia para entender y desentrañar los mecanismos que actúan a diario y que actuaron en la masacre de los pibes:

El gran rosario para 1975 tenía el 6% de desocupados y el 90% de los pibes terminaba el colegio. Una rosario para ese entonces obrera, ferroviaria, portuaria e industrial. Hoy, la desarticulación de la ciudad que dejo de ser obrera, ferroviaria, portuaria e industria nos muestra datos elocuentes:

El 80% de los chicos en edad secundaria, es decir hasta los 17 años, no termina el colegio. Es decir, 8 de cada 10 chicos de las barriadas rosarinas, no termina el colegio secundario. Cifras oficiales del instituto provincial de estadísticas y censos.

Otro número no menor para analizar es que en 1973 en la provincia había 11.ooo policías. En el 2012 hay 21.000: 1 policía cada 150 habitantes en la provincia de Santa Fe. La provincia con más cantidad de policías por habitante del país.

A partir de estos datos se desprende la primera conclusión: el problema no es la cantidad sino su accionar.

El asesinato de los tres muchachos en la madrugada del 1º de enero de este año presenta una trama que se ha venido repitiendo sistemáticamente y que tiene ver con barrios en donde antiguamente había trabajo, chicos que terminaban la secundaria, y futuros que paseaban y se proyectaban sobre pilares diferentes a los de las organizaciones de la mafia y el narcotráfico.

Quizás lo que más sorprenda de esta historia es que nos ha revelado la matriz del pensamiento político del poder judicial provincial, pero también de los medios de comunicación. El 31 de enero de este año se conocieron las impresiones del caso del Juez de la causa Luís María Caterina, un cuadro de la iglesia católica formador de jueces. Este juez estableció que el crimen fue producto y consecuencia de los efectos colaterales de los enfrentamientos que se producen en la disputa por el territorio, entendido clásicamente como un “ajuste de cuentas”.

A su vez, esta matriz del “sentido común” fue la que direccionó las primeras editoriales inmediatamente después de aquella madrugada, que hablaban de “ajuste de cuentas”, “enfrentamientos intra-mafiosos”, etc. Este imaginario que arremete en las editoriales, pero también en los tribunales llevo a caracterizar el crimen desde la afirmación de una “ausencia absoluta del Estado en el espacio urbano”. Argumento totalmente falaz que sólo desvirtúa la verdadera presencia del Estado en esos contextos. No hay ausencia, sino una presencia corrupta del Estado que va desde la presencia policial, hasta las decisiones más importantes de la clase política.

Una segunda apreciación que se hizo del hecho, sobre todo por el juez Caterina fue que no solo estos pibes fueron acribillados producto de una “ausencia” del Estado, sino que se encontraban en el lugar “equivocado”. Resulta ser que el lugar “equivocado” era ni más ni menos que la canchita del barrio. Se imprime un “sentido común” que hegemoniza la mentalidad de la clase dirigente, del poder judicial, y de los medios de comunicación. No hay una ausencia del Estado, sino una presencia corrupta del Estado cuando se sabe que hay una comunicación permanente de la policía a cargo de esa jurididiccion y todos los imputados de la causa.

El juez y los medios dicen: ausencia del Estado, “ajuste de cuentas”, “lugar equivocado”, y clausuran la causa. Pero se trataba de militantes del movimiento 26 de junio, y la respuesta de las organizaciones de derechos humanos, gramiales, políticas, estudiantiles, etc. permitieron y van a seguir permitiendo que la lucha no se eclipse bajo los falsos argumentos.

Necesitamos justicia no solo para acompañar el grito desesperado de esas tres familias que les arrancaron a sus hijos, militantes, constructores de experiencias colectivas, realizadores de una nueva política que ponga esperanza y dignidad frente a la violencia y la miseria. Esta es la matriz desde hace años. Esta es la presencia corrupta del Estado. Esta la excesiva policía que cuenta con el número y las armas para ejercer el control del territorio. Esta impunidad policial la hemos visto en otros casos emblemáticos como el de Luciano Arruga, y tantos otros anónimos.

Es que el nuevo circuito de dinero fresco que ofrece el sistema capitalista es el narcotráfico que en el país, como en tantos otros lugares del mundo, está en alianza directa con el otro gran negocio argentino montado sobre un sentimiento popular: el futbol. Hoy que las barras vuelven a ser noticias, sabemos bien que las disputas por los liderazgos de las barras en connivencia con las dirigencias de los clubes y el poder político y policial se nutren de los pibes usados como soldaditos, como carne de cañón en los barrios para el beneplácito y poderío de los criminales de guantes blancos. Aún nos preguntamos quiénes arman a esas bandas que nacen en las tribunas pero actúan en los barrios. ¿Quién permite el mercado negro de armas con las que masacraron a los tres pibes y a tantos otros anónimos, a esos nadies de las secciones policiales de los diarios que resuelven con la pluma fácil del cínico “ajuste de cuentas”. No perdamos de vista el resto de la historia, no ataquemos el futbol sino sus perversos negociados, no naturalicemos la complicidad y la corrupción policial y estatal frente a una problemática estructural que afecta, una vez más, a los más débiles. No naturalicemos la práctica judicial y mediática que sigue mirando para otro lado. ¡Ningún pibe muerto más!

Justicia por Jere, Patón y Mono.

Poli H.

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