martes, 3 de abril de 2012

Malvinas. Entre el recuerdo y nuevos desafíos.

Nuevamente pasa el 2 de abril. La efeméride grisa el almanaque y adopta el color rojizo de la sangre. La memoria empieza a maquinar recuerdos, bucea por los mares de la locura bélica y se entierra entre tumbas para rescatar el itinerario de jóvenes y truncadas vidas entregadas a la locura por persistir. Al fin y al cabo, Malvinas también fue eso: la locura de dos infaustos gobiernos por persistir.
Nada importó, ¿qué importaron los pibes? ¿Qué importan hoy esos pibes? ¿y qué la sangre? ¿y qué la muerte? Nada. La borrachera de su propia decadencia los creyó impunes, tan dueños de la vida como de la muerte. Dueños de la muerte. ¿Y qué importaba Malvinas? ¿Y Hoy? ¿Cuánto nos importa Malvinas?
Profundos y delicados interrogantes que se plantea una sociedad en abierta controversia. Lo que subyace a Malvinas es la cuestión de la soberanía. Y es a partir de ella que debemos pensar a las islas y su relación con el continente, con la nación Argentina. Si hablamos de soberanía económica ¿Qué poder de mando sobre sus recursos económicos, estratégicos y naturales tiene hoy nuestro país? ¿De qué tipo de Soberanía se puede hablar en una economía en creciente extranjerización? Sabemos que la Soberanía Política depende, entre otros factores, de la dinámica propia de la soberanía económica, sus vasos están intercomunicados y dependen de que su relación sea lo más armoniosa posible para devenir en Soberanía Nacional. ¿En qué punto de este viaje estamos si las 50 empresas más importantes del país tienen asiento en el extranjero? ¿Cómo consolidar de esta manera el desarrollo nacional si las decisiones se toman en casas matrices a miles de Kms?
Lo que queremos decir es que debemos pensar la cuestión de la soberanía de una manera integral. Las Malvinas son y serán Argentinas, a pesar de cuanto pirata ande suelto. Pero pensar Malvinas hoy implica interpelarnos por la propia Soberanía, por el nivel de extranjerización de nuestra economía y nuestros recursos, por la propia dinámica del capital que busca expandirse y saciar su voracidad sin escrúpulo alguno, por la relación del estado con los poderes fácticos y por su rol y posicionamiento en el mapa mundial.
Pensar Malvinas implica repensarnos en términos éticos, políticos, culturales y hasta geoestratégicos. No debemos limitar la cuestión a la territorialidad. Debemos sí, rendir honor a los chicos que pisaron campo de Batalla. Debemos también, finalmente, comprender que la resolución de conflictos no tolera la salida violenta, no hay más margen que para la negociación pacífica e integral de la cuestión Soberana. Transformemos entonces la cuestión Malvinas en el puntapié de una recuperación soberana en términos alimentarios, territoriales, de recursos y culturales que nos permitan andar con el paso mucho más firme por el escenario mundial.

Gloria y respeto a los héroes de Malvinas.

El Infernal

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