viernes, 23 de marzo de 2012

La Memoria colectiva y sus usos. Breves apuntes sobre memorias de la política y políticas de la memoria en la Argentina post-dictadura.



El olvido no es victoria sobre el mal ni sobre nada
y si es la forma velada de burlarse de la historia
para eso está la memoria que se abre de par en par
en busca de algún lugar que devuelva lo perdido
no olvida el que finge olvido sino el que puede olvidar.
“El Olvido”- Mario Benedetti



Cada 24 de marzo nos interpela a re-pensarnos en tanto sujetos emergentes de una historia conflictiva, tortuosa, cargada de muerte y desaparición. Nos hace revisar nuestro pasado reciente, no para vivir eternamente sumergido en sus tensiones, sino porque sólo a partir de él y su reflexiva comprensión se puede comprender las vicisitudes del presente y su potencial impacto en el futuro por construir.
Vale entonces la ocasión para pensar en el rol de la memoria en tanto esperanza de consolidación de una sociedad más justa . Se sabe, la memoria colectiva es un trabajo de hormiga , es una construcción social narrativa que implica un qué recordar, y un qué olvidar, tiene un papel fundamental en tanto mecanismo cultural para fortalecer nuestro sentido de pertenencia, y a menudo nos dota de mayor confianza en nosotros mismos. Así, la memoria, con sus componentes de conmemoración, olvido y recuerdo, adquiere significancia cuando se vincula a experiencias colectivas traumáticas.
De esta manera, los debates acerca de la memoria a la salida de estos períodos autoritarios giran en torno a la necesidad de construir órdenes democráticos donde se garantice la vigencia de los derechos humanos, pisoteados por dichas experiencias . Aquí surge la necesidad de articular política y memoria, necesidad de la cual emergen dos conceptos fundamentales: memorias de la política y políticas de la memoria.
Por memorias de la política se entiende las formas y narraciones a través de las cuales, quienes fueron contemporáneos de un período, construyen el recuerdo del pasado político articulando pasado, presente y futuro, y quienes no lo fueron, construyen ese pasado a través de testimonios, documentos o recuerdos.
En cambio, por políticas de la memoria se alude a las formas de gestionar o convivir con ese pasado, apropiándose de simbologías, fechas, recordatorios, medidas de justicia, etc. Pero también se entiende las narrativas más generales que proponen marcos institucionales, contribuyendo a marcar continuidades y rupturas. Estas políticas de la memoria no son solo aplicadas desde la autoridad administrativa del Estado, sino también desde los marcos que despliegan en el espacio público los distintos actores. En este caso, la relación se acerca a qué es lo que se quiere recordar y para qué.
En Argentina, esa memoria se fue reconfigurando a través de los distintos presentes políticos . El retorno a la democracia (Alfonsinismo) y la necesidad que nunca más se repitiese el pasado reciente confluyó en una construcción de memoria determinada, culpando a “dos demonios” que se hallaban en guerra, uno de los cuales eligió la violencia como herramienta política para la consecución de sus fines, y el otro escogió la ilegalidad de la violencia y la represión para acabar con su “adversario”. Esta construcción tuvo por objeto deslindar a la sociedad de sus responsabilidades en pos de la construcción de un nuevo “horizonte republicano” con reglas claras y previsibles de justicia. En este contexto se enmarca el Juicio a las Juntas. Esto resulta un claro ejemplo de una política de la memoria, con la vuelta a la democracia, y en el marco del Estado de Derecho, la memoria debía transformarse en un pasado-pasado , a través de una clara diferenciación política, económica y cultural con el pasado reciente, pero también, a través del ajuste de cuentas con el pasado tortuoso.
Esta forma de construcción, más allá de que no compartamos su esencia bidemonica, marcó la forma del contenido en la relación del presente con el pasado. Así, se dejó la imagen de una sociedad envuelta en una lucha de terceros y se rotuló a aquellos años con categorías del estilo de “los años de plomo”.
Por su parte el menemato abogó, en su articulación entre presente, pasado y futuro, por una “fuga hacia delante” , guiados por la necesidad de “pacificar el país”. Por lo tanto se intentó clausurar el pasado , haciendo abstracción del ejercicio de verdad y justicia, intentando imponer un “borrón y cuenta nueva”, siempre enmarcados en el discurso bidemonico. El menemismo fue la clausura de un relato y la expresión cabal de desidia para con un pasado complejo y nefasto que nos dejó, ya no al borde, sino más bien en el centro de un inédito abismo ético-social.
También los organismos de derechos humanos construyeron su narrativa de la memoria, por eso leemos como un retroceso y como un insulto a las víctimas de a represión, los indultos (Menem) y las leyes de obediencia debida y punto final (Alfonsín) que significaron, en tanto política de la memoria, quizás la peor derrota de estos organismos, y por qué no, de la sociedad toda.
Pese a estos retrocesos, las formas de ejercer la memoria colectiva en los organismos de derechos humanos se fue resignificando, sin perder las banderas de memoria, verdad y justicia. Así, las conmemoraciones, la ocupación del espacio público, los escraches, y los “nuevos relatos” , sirvieron no sólo para sostener sus luchas sino para marcar una continuidad de las luchas del pasado con las luchas del presente. Lo cual permitió rescatar la figura del sujeto “desaparecido-militante”, para acentuar que las causas por las que estos dieron su vida siguen vigentes.
Fué Nestor Kirchner en tanto máxima autoridad del Estado quien asumió el discurso de pertenencia a aquella generación de militantes, resignificando con políticas de memoria, las memorias de la política, y otorgando “carácter institucional” al sujeto “desaparecido-militante”. Desde el 2003 a la fecha se ha venido juzgando y condenando a genocidas, sin embargo, todavía no es suficiente. Hay torturadores y cómplices sin juzgar y delitos sin reparar. Esa tarea no puede quedar inconclusa, los tiempos judiciales deben aceitarse para no superar a los biológicos.
Este breve ejercicio de diferenciación y articulación de políticas de memoria y memorias de la política resulta fundamental dado que nos permite pensarnos en ellas como producto de su dialéctica. Debemos comprender que las políticas de la memoria dieron nacimiento al “no te metas” como sucesor inmediato del “algo habrá hecho”, conformando memorias de la política por lo menos difusas, volcando a la apatía a la mayor parte de nuestra generación, resignificando nuestras prácticas sociales, políticas y culturales.
Es decir, la sociedad actual es producto de esa tensión. Recuerda, olvida y resignifica su historia a partir de esa lucha, lo cual nos interpela a continuar con este trabajo de hormiga, para que Nunca Más las botas y el horror impongan sus condiciones. La disputa sigue abierta, debemos seguir repensándonos al calor de esas tensiones para consolidar, a partir de la memoria, un horizonte de justicia, ética y equidad. Construyamos el puente entre el ayer muerto eternamente vivo y el mañana nonato del que nos habló Aníbal de Antón , la memoria siempre es una buena guía.


El infernal

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