viernes, 16 de septiembre de 2011

Entre el dolor y la resistencia




Llega septiembre y siempre surge la misma pregunta ¿Cómo pensar el relato nacional a partir del recuerdo de tres hechos lamentables? La respuesta no es fácil, septiembre está contaminado por golpes y desapariciones. El relato, siempre en disputa, está lleno de matices y ríos subterráneos que nos llevan a buscar cierta relación entre distintos sucesos.

La historia nacional puede pensarse en términos de tragedia (sólo por tomar algunas referencias): la conquista del desierto, el ataque a los anarquistas, la semana trágica, golpe del 30`, el bombardeo del 55`, el golpe del 55`, más golpes, la última dictadura, Jorge Julio López, Arruga, etc, etc. Una historia cargada de dolor y resistencia.

Tenemos la obligación de pensar septiembre en esa clave. Septiembre nos duele: nos duele la “Revolución fusiladora”, nos duelen los secundarios desaparecidos, nos duele Julio López (nos duele Allende).

Septiembre está cruzado por la tragedia nacional y por la dolorosa condición de ausente o desaparecido. Septiembre del 55` marcó el intento de desaparecer al “cabecita negra” del relato y la historia nacional. Septiembre del 76` nos recuerda la atrocidad de una dictadura asesina que desapareció (entre tantos miles) a secundarios que tenían entre 16 y 18 años. Septiembre de 2006 nos sacude con la desaparición de Jorge Julio López y nos hace pensar en la incapacidad del Estado para resguardar la seguridad de testigos, en las condiciones de una democracia que no termina de robustecerse y en la actividad inquietante de grupos de tareas reminiscentes de los años de terror.

Septiembre nos duele y, así como nos duele, nos inquieta, nos hace activar los mejores elementos del tejido popular que no son otros que la memoria, la resistencia y la búsqueda permanente de verdad y justicia. Septiembre, en nuestro calendario, se debate entre el recuerdo de la tragedia y la tarea imperativa de “asumirlo como motor de lucha”[1].

Acá estamos entonces, entre el recuerdo y la resistencia, para que se terminen los golpes, para que los lápices sigan escribiendo, por la aparición con vida de Julio López, para no ser, como nos advierte Allende, “una contradicción casi biológica”[2]

El Infernal


1,2: Como bien nos recuerda Poli.

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