domingo, 17 de julio de 2011

Entre ciudades de pobres corazones, ascos, globos, repúblicas y bailes: la política.


Entre estéticas multicolores y vacías de contenido el PRO ganó cómodamente la primera vuelta electoral en la capital federal, sacando casi 20 puntos porcentuales de diferencia sobre la segunda fuerza.

No abordaremos en este caso las características del voto PRO (si es que esta categoría existe) porque esta temática ha sido bastante abordada en el post 10 de julio, sino que, intentaremos pensar en las principales características de la fuerza que dirige Macri.

A simple vista, su conformación está dominada por outsiders o arribistas que vienen del mundo de la empresa y se presentan como garantes de la eficacia administrativa. Carece de grandes cuadros de conducción y basa sus acciones en contundentes herramientas de marketing que van desde spots publicitarios hasta la construcción de una neo-estética republicana. Esta neo-estética interpela eficazmente al ciudadano porteño (en su mayoría) que se siente más cómodo con globos de colores y festejos chabacanes “buena onda” que con bombos, banderas, marchas y dedos en V.

En términos meramente administrativos estamos ante una fuerza que administra la ciudad en virtud a una idea fuerza contundente: el estado debe intervenir lo menos posible en la economía y en la vida diaria de cada ciudadano. Visto de esta manera, el Estado debe ser, tan sólo, garante de la “seguridad” (que va desde la prevención y el ataque contra el delito, hasta desalojos, pasando por evitar/disuadir piquetes) mediante la participación de sus fuerzas represivas.

El brazo represivo de la ciudad se ha visto incrementado con la creación de la policía metropolitana. Esta fuerza tiene la función de garantizar que "ningún paisaje desolador" (piquetes, indoaméricano, etc.) manche la retina del “buen” ciudadano porteño. A esta “tarea”, la naciente fuerza, agregó otra que la convirtió en una especie de central de inteligencia, escuchando a legisladores y empresarios, en un claro delito, por el cual el jefe de gobierno está procesado como principal responsable.

Continuando con la noción de Estado que tiene el PRO se observa claramente que esta fuerza considera que el Estado no debe ser garante ni de la educación ni de la salud (ambas son para el que paga). Esto se ve reflejado, por ejemplo en la decisión de no ejecutar el presupuesto votado para cada una de ellas o en el descuido liso y llano. Esta decisión no hace más que dibujar una imagen desoladora para amplios sectores que habitan la ciudad y se encuentran con grandes dificultades a la hora de acceder a una salud y una educación de calidad. La situación del Borda que va a pasar el invierno sin gas, o el Hospital Gutiérrez, sólo por nombrar algunas, sirven de muestra para identificar el pensamiento PRO respecto de estas cuestiones (lo mismo sucede con la cuestión edilicia de muchas escuelas de la capital).

No sólo en Salud y Educación no se encuentran grandes políticas públicas, podemos nombrar también que durante 4 años la gestión PRO no pudo generar políticas de inclusión, más bien se ha sentido mucho más cómodo apaleando a los excluidos mediante el organismo de control del espacio público (UCEP) lleno de patovicas a sueldo.

Las medidas para mejorar la circulación y el transporte (anunciadas con bombos y platillos) han resultado inocuas, no se han concretado obras para la ampliación de Subtes y la ciudad se encuentra a diario atiborrada de autos que la tornan insufrible.

La política cultural ha tenido también sus flaquezas. Por un lado, no pudo nunca interpelar a grandes “personajes de la cultura”, más bien uno diría lo contrario. Por otra parte, tuvo que enfrentar serios enfrentamientos con los trabajadores del Colón y tampoco ha podido satisfacer la oferta cultural que se encuentra más bien pensada para el “consumo” exclusivo de la elite porteña.

Tras este breve punteo[1], es fácil tentarse y decir que estamos ante una fuerza vacía de contenido, producto del marketing y que tiene su mayor fortaleza en la faz electoral. Pero un análisis más agudo, nos lleva a considerar al macrismo, como un fuerte partido vecinal con un incipiente trabajo comunero que le permite dominar todas y cada una de las comunas de la capital. Parece que con poco, al macrismo le alcanza para imponerse territorialmente sobre toda la capital.

Las demás fuerzas deberán enfocarse en la construcción de nuevos espacios o en el aggiornamiento de algunos existentes y pensar en la importancia que tiene para el porteño la cuestión de la autonomía de la ciudad, en intentar evitar exabruptos que hagan mella sobre la propia fuerza, en consolidar una efectiva transversalidad y no caer en intransigencias (nuevo encuentro e Ibarra han demostrado de la importancia de esta cuestión), en motorizar la interpelación hacia un pueblo que se ha mostrado, generalmente, esquivo a las propuestas que, genéricamente, podemos llamar “progresistas”.

En contra del PRO juega su propio límite, que anida en la imposibilidad de erigirse en fuerza nacional, más allá de los intentos de varios sectores de la política empujados por el lobby mediático (la nacionalización del resultado es un ejemplo en este sentido). Veremos que capacidad tiene el macrismo en caso de, como se prevé, ganar en segunda vuelta, para transformarse en una alternativa de derecha post 2015 (si es que CFK hace lo propio en octubre).

Por ahora: poca política, marketing, globos y votos. El PRO es un fuerte partido vecinal y, hasta el momento, sólo eso. Los resultados del domingo o del próximo balotaje parece que no van a alcanzar para cambiar esta característica. El escenario nacional se nos presenta como la antitesis de esta forma de construcción. Ganar una elección municipal en una ciudad como Buenos Aires no es tarea fácil, pero es incomparable con la conformación de una fuerza nacional que lleve hacia el triunfo electoral en ese nivel. Los límites de PRO se levantan en torno al ratio de la Av. Gral. Paz.

De todas maneras, no hay espacio para relajarse, en política no se regala nada. Desde el Kirchnerismo lo saben, y deberá trabajar para que la disputa interna por la hegemonía no se inicie antes del triunfo de octubre y el camino electoral siga girando en torno al discurso (y la acción) de unidad de las fuerzas nacionales y populares que viene, desde la muerte de Néstor Kirchner y desde el acto en Huracán, imponiendo CFK, "astro aglutinador" de la coalición de gobierno que hegemoniza el Kirchnerismo.

Entre ciudades de pobres corazones, fitos, ascos, globos, repúblicas y bailes la Argentina sigue desandando un año electoral cargado de tensiones. Cuando el pueblo elige, se refuerza la democracia. En eso estamos, nos guste o no el resultado del escrutinio.

El apuntador.



[1] Se puede ver mucho más de los desaires de la gestión PRO en http://www.100razonesparanovotaramacri.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario