martes, 3 de mayo de 2011

“Vieja” y “nueva” política en Argentina: escuetos apuntes para problematizar el debate.


En un año electoral como el corriente, los reacomodamientos, las disputas intestinas, los liderazgos aglutinadores y las figuras de consenso dentro de muchos sectores de la política argentina cobran mayor exposición y visibilidad pública. El ejercicio de rememorar la extracción política y los vaivenes coyunturales de mucho del estamento político gobernante resulta provechoso para comprender el pragmatismo reinante en la política argentina entendida dentro de sus canales institucionales. Lejos de adoptar una visión formalista, el anclaje no institucional de la política también juega una incidencia clave[1].

Estas apreciaciones así planteadas pueden tentativamente englobarse dentro de un singular hecho: la trunca demanda social de renovación de la “vieja política” tan presente en amplios sectores de la población a partir de la coyuntura desatada a fines del 2001. Justamente este mismo año se cumplen 10 años del mentado “argentinazo”. El “que se vayan todos” parece hoy una anacronía, pero en aquel contexto se planteaba como una demanda (significativamente por parte de un actor tan particular como la clase media argentina) que impugnaba directamente a la dimensión representativa del régimen democrático, en conjunción con una dimensión participativa totalmente obsoleta y al reflujo de una movilización popular diametralmente antagónica respecto de la institucionalidad política vigente.

Vinculando el contexto del corriente año electoral resulta ilustrativo preguntarse, ¿los sorprendentes resultados de las últimas elecciones en Catamarca que quebraron 20 años de hegemonía de la fuerza política gobernante plantean una renovación de la “vieja política”? Bastaría solo con revisar los antecedentes y el prontuario político de la candidata kirchnerista a la gobernación ganadora de los comicios para dar cuenta de que por “origen” no habría indicios sustantivos de ello[2]. El ejemplo de Catamarca resulta ineludiblemente sugestivo a los fines de plantear el interrogante general que pone en vilo las inquietudes y pasiones de muchos y muchas: ¿El fenómeno del kirchnerismo en general ha significado una renovación de lo viejo en la política argentina? Entendido como recomposición del régimen de dominación luego del 2001 el fenómeno kirchnerista denota el aval de múltiples componentes de la “vieja política” sin significar esto una homogénea y lineal continuidad con la misma, pero si incorporando múltiples dispositivos, prácticas, y saberes que dan cuenta ciertamente de una homologación de la “vieja política” en su empresa de gobierno. Basta solo con mencionar que en el funcionariado y la dirigencia política kirchnerista conviven los más rancios sectores del PJ y múltiples personajes vinculados al ciclo neoliberal de los 90, ciclo con el cual el kirchnerismo polarizó y polariza constantemente. Por supuesto que aquí se podría esgrimir (por parte del arco kirchnerista) el intencional pero concreto argumento de que estos han sido apoyos tácticos necesarios para recuperar la “gobernabilidad” en un principio a fin de profundizar un “modelo nacional y popular” que sería estratégicamente disruptivo de la “vieja política” con el devenir histórico. Pero a casi 8 años en el poder ese argumento sería sumamente engañoso.

Con esto no se quiere plantear que el kirchnerismo sea exacta y linealmente igual a la faceta política neoliberal precedente, pero sí que no ha significado una incorporación de amplios sectores populares como actores y actrices con márgenes de autonomía e incidencia real en la orientación del gobierno nacional. Además ciertas políticas emblemáticas de corte progresivo han operado como vías de reapropiación de luchas populares de larga trayectoria (derechos humanos, ley de medios) y de cooptación subordinada y de contención del conflicto social (planes sociales y de empleo) solo por mencionar algunos aspectos en este sentido. Asimismo las constantemente repetidas mejorías socioeconómicas (objetivamente ciertas) en materia de disminución de la pobreza e indigencia, aumento del empleo y crecimiento económico encubren simultáneamente patrones estructurales de continuidad de transnacionalización y primarización de la economía, de precarización laboral y de inserción subordinada en el comercio mundial, aspectos que en términos sistémicos son obviamente funcionales y consonantes con el proceso de valorización del capital, es decir con el mantenimiento de su dinámica de acumulación y ganancia a costa de los/las trabajadores/trabajadoras.

La “vieja política” puede resultar entonces en un señalador para comprender estas formas de construcción y acumulación del kirchnerismo, así como sus intereses e intencionalidades inmediatas y hasta de mediano y largo plazo.

Sin embargo a pesar de estas contradicciones hoy el kirchnerismo goza de gran popularidad y frente a la disgregada y anquilosada oposición cobra vital importancia en el imaginario colectivo y en núcleos de sentido común el argumento de que el kirchnerismo es el “mal menor” o es lo “mejor posible”. Esta cuota argumentativa impregna efectivamente a una gran cantidad de personas.

Es poco estimulante quedarse con este escueto y esquemático diagnostico. Por la positiva dos palabras podrían esquemática y resumidamente condensar y contener algún indicio de cierta renovación social del sentido de la política: poder popular. Es situacionalmente cierto, en términos de relaciones de fuerza, de que este no cobra hoy una formato de herramienta política capaz de disputar en la arena electoral[3] . No es esta la situación. Pero como aclara Miguel Mazzeo[4], el concepto remite a “... formas de construcción, a un modelo de acumulación militante, a un modo de producir decisiones alternativas y, al mismo tiempo, a un horizonte…”. Las múltiples experiencias y organizaciones que se identifican con este concepto permiten dar faros para pensar y practicar “nueva política” concebida en términos de “…definición y articulación de las metas colectivas, con un fundamento social”. En este sentido “nueva política” supone paulatinas esterilizaciones de los componentes genéricos de “vieja política” (lógica instrumental medios-fines, metas particulares antepuestas a las colectivas, vocación de poder en términos de imposición y subordinación hegemónica). Estas esterilizaciones no serán siempre medibles, espectaculares, o mayúsculas, sino que muchas veces se tejerán subterráneamente (y subalternamente), aflorando muchas veces en momentos de mayor conflictividad.

La construcción de poder popular como dimensión de “nueva política” no debiera hacer perder de vista una necesaria interpelación de cierta “sensibilidad kirchnerista”, en tanto esta está en numerosos casos (sobre todo en sectores de la juventud) identificada fuertemente con las medidas de corte “popular” (con las cuales el kirchnerismo ha constituido su fuerte capital simbólico, ciertas especificidades de su entramado identitario y una retórica discursiva muchas veces a la izquierda de su práctica concreta) pero seguro menos respecto del accionar práctico impregnado de “vieja política” tanto en forma como en contenido.

La “nueva política” se hace entonces necesaria como posibilidad de construcción contrahegemonica y como posibilidad de disputa. El realismo de las condiciones y su horizonte deben entablar un diálogo permanente para el devenir de su decurso histórico.



Por Nicolás

[1] Aquí se hace referencia a que los espacios de discusión y acción política también se dan en múltiples ámbitos de la sociedad que exceden a los marcos estatales y gubernamentales, en todos sus niveles, del sistema político argentino.

[2] El 13 de marzo en Catamarca se impuso la kirchnerista Lucia Corpacci con el 48, 2% de los votos, superando por 4 puntos al ya ex gobernador Brizuela del Moral del Frente Cívico y Social (con 20 años en el poder). Corpacci había integrado la lista con Brizuela del Moral como su vicegobernadora, en el marco de la ya desarticulada Concertación Plural formada en 2006. Luego se distanció con la crisis del campo y en 2009 fue electa senadora nacional por el FpV. Además mostró simpatías pública con el ex gobernador Ramon Saadi descendiente de la dinastía familiar que gobernó la provincia por más de 40 años.

[3] Si bien este poder es no estatal en ciertas circunstancias puede articularse con lo estatal y lo gubernamental.

[4] Miguel Mazzeo, “El poder popular y la izquierda por venir”.

1 comentario:

  1. muy buen analisis.
    creo que aporta el sinfin de de elementos para complejizar el fenomeno kirchnerista. pero creo que tampoco hay que perder la dimension macroeconomica que le ha permitido margen para otorgar concesiones, saldando historicas demandas (consecuencia de esa vieja politica), a partir de una situacion de crecimiento economico acelerado. creo que este gobierno ha trazado un relato historico-simbolico que le dio origen a una mistica alimentada tanto de lo nuevo como de lo viejo. ha clausado debates, ha desmovilizado, ha arrinconado las fuerzas heredadas del 2001, ha hegemonizado (o intentado hegeonizar) las disputas del campo popular construyendo un enemigo clásico: la derecha, el liberalismo, el estado "chico", el mercado; en fin, elementos que le permiten diferenciar eso "viejo" de este nuevo campo popular, pragmatico, conciliador, con apertura del juego, pero tambien sustentado en las centrales obreras (que recuperan protagonismo fruto de ese crecimiento economico). ahora, lo interesante es que este "modelo" basicamente se trata de un fuerte consumo interno. la obsesion por los feriados, la simpatia de sectores medios, el aumento progresivo de salarios,las asignaciones, sellan la impronta de un modelo de consumo, y basicamente, de consumo. me pregunto si solo con este crecimiento se pueden superar los lastres de la dependencia propia de latinoamerica, y sobre todo me pregunto, si cuando los vientos macroeconomicos dejen de ser tan favorables, todo el entremado politico-simbolico, todo este complejo tejido social que va desde la juventud sindical hasta las organizaciones territoriales mas combativas del peronismo pasando por lo pero de la "vieja politica" pejotera, nos llevara a un camino de mayor radicalizacion de la lucha de clases, o simplemente a las ya conocidas restauraciones conservadoras?
    poli.

    ResponderEliminar