viernes, 18 de marzo de 2011

El Lenguaje en disputa. El peronismo y las imágenes del eterno retorno. Parte IV



El retorno definitivo y el preludio de una tragedia

Las últimas dos fotografías nos muestran los vaivenes del retorno de Perón tras 17 largos años de exilio. El 17 de noviembre de 1972 y su correlato en el retorno realmente definitivo, el 20 de Junio de 1973, marcan un antes y un después en la historiografía política, donde no sólo se pone de manifiesto un clima –complejo- de época, sino también se evidencian rasgos o tendencias que marcarán a fuego el devenir político del país.

En la mañana del 17 de noviembre se concreta el retorno, luego de semanas de desafiantes encuentros entre Perón y Lanusse, donde no faltaron agravios por parte del presidente de facto, quien consideró que el líder no volvía porque no le daba el cuero.

Es el retorno de “un hombre cuyo nombre ya no le pertenece[1]: en la foto se puede ver a Perón, escoltado a la derecha por su secretario privado, José López Rega, y junto a él, el Teniente Coronel Osinde. En diagonal y de espaldas, el último delegado del presidente, Héctor Cámpora. A la izquierda, lo acompañan Abal Medina -secretario del partido- y, amparándolo en su paraguas, José Ignacio Rucci[2]. Son ciertamente paradojas de la historia las que hacen que el General lleve a su derecha la tendencia que será hegemónica una vez muerto el líder.

Allí en la foto, Perón manifiesta en su cuerpo y en quienes lo secundan, la efervescencia propia de una tensión política que fue cimentando al interior del propio movimiento entre fracciones que reclaman para sí el triunfo del retorno, y que pretenden hacerse eco de los dictámenes del líder. Peronistas o no peronistas, la mayoría contempla la vuelta como la del único que parece poder lograr la “mentada estabilidad política”.

Aquí el líder no se reencuentra con un pueblo que lo está esperando. “A mí no me van a hacer un 17 de octubre” había dicho Lanusse, y así fue. Los casi 70 mil efectivos policiales organizados y comandados por el gobierno militar impidieron la llegada de decenas de miles de manifestantes, en su mayoría jóvenes, hijos de la “Revolución Fusiladora” y La Resistencia, que desde la noche anterior peregrinaban al encuentro.

Estamos en presencia de la vuelta de un hombre en cuyo nombre se sintetiza y desarrolla el más importante movimiento popular, es el retorno de quien supo cohesionar, con suspicacia, ese otro heterogéneo que surge en 1945 y que se va nutriendo de diversas posturas durante casi dos décadas. Y lo curioso es que se hace presente en ausencia de quienes tanto habían luchado por su retorno. La consigna que había despertado esperanzas desde la partida, “Perón Vuelve”, se hacía efectiva y se tradujo en “Luche y Vuelve”, el nombre resignificado en la lucha de todo un pueblo.

La Operación Retorno involucró a alrededor de 150 personalidades destacadas de la época que, por razones de seguridad, acompañaron al líder en su aterrizaje a Ezeiza, para luego ser llevado a su domicilio de Vicente López. Allí lo esperaba, nuevamente, la vigilia de miles de jóvenes que “tenían la sensación de un triunfo menguado: por un lado, Perón estaba en el país y la calle se había llenado de peronistas (…). Por otro, Perón estaba casi preso y los peronistas no habían llegado a encontrarse con él”[3]. Habrá que ver que peronistas no pudieron encontrarse.

He aquí, entonces, la cristalización de una tensión, latente en el movimiento, entre posturas que terminarán siendo irreconciliables, deviniendo en una ruptura que se manifiesta en el retorno definitivo del 20 de Junio de 1973.

La “Patria Peronista” y la “Patria Socialista” ya no serán uno y lo mismo como confusamente manifestaba el General –ausente físicamente aunque presente siempre en el Movimiento- desde Puerta de Hierro. Ambas consignas irán perfilando esas tendencias que, dentro del seno del movimiento, dividirán aguas en el nuevo y definitivo retorno.

Ya desde el comienzo, este retorno aporta pistas para comprender que la situación dentro y fuera del movimiento es distinta. El comité que trae de regreso a Perón se conforma principalmente por sectores vinculados orgánicamente a la derecha peronista –Comisión Organizadora para el Regreso Definitivo del General Perón: Norma Kennedy, Lorenzo Miguel, José Rucci, José Osinde y Juan Manuel Abal Medina-. El único que tenía alguna afinidad indirecta con la Tendencia, Abal Medina, sufrió un misterioso accidente de auto que le impidió estar presente.

En un contexto de efervescencia democrática, el aeropuerto internacional, ya desde el día anterior, es testigo de la mayor concentración humana jamás vista en el país, tres millones de almas que se congregan a esperar. El prometido encuentro entre el líder y su pueblo, que debiera haberse realizado en Ezeiza, termina en masacre y desmanes.

Por un lado, las pujas internas entre sectores de la derecha peronista, fuertemente armados y en plena determinación de no permitir el acercamiento de los grupos cercanos a la Jotapé. Por el otro, las columnas visiblemente más numerosas de Montoneros, FAR, y otros grupos del ala izquierda del movimiento, pugnando por acercarse para mostrarle al General el poder y capacidad de movilización que tenía la Juventud. En el medio, centenares de miles de personas que, sin bandera, habían concurrido a presenciar el esperado retorno.

Y la foto del momento, que debiera haber retratado la multitud, nos muestra lo más crudo de aquel día soleado. En una doble ausencia, no se encuentra ni Perón ni el pueblo, sino a un comandante de gendarmería levantando impunemente los fusiles mientras sujetan por los pelos a un joven desde el palco[4].

Retrato de tragedia, de desgarros -inevitables quizás- al interior de un movimiento escindido. Retrato que marca el alejamiento definitivo de quienes habían conjugado la fuerza del peronismo con la Patria Socialista; alejamiento que se constatará finalmente con la salida de Montoneros de la Plaza el día del trabajador, en 1974. Preludio de un devenir que será tragedia.

La dinámica de lo inconcluso

Hasta aquí sólo algunas escenas de un moviento en el que las imágenes y el retorno nos ayudaron a interpretar un espíritu de época. Un movimiento que nos presenta una secuencia histórica atemporal que apela al pasado para pensarse en el presente y contribuir a un futuro. Es ayer, pero también es hoy y es mañana.

Cada escena, cada rostro, cada sentencia anida en la retina del ethos peronista y vuelve, siempre, resignifcándose al calor de nuevas disputas.

Un hombre y un Movimiento, una voz que retumba en la secuencia de una historia y que se impone obligatoriamente a la hora de pensar las vicisitudes de la realidad nacional: como un eterno retorno, siempre presente en el lenguaje propio de la cultura política local.


Por Florencia, Ramón e Ignacio



[1] Nahmías, Jack: Op.cit

[2] Nahmías, Jack: Op.cit

[3] ANGUITA, Eduardo / CAPARROS, Martín: La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en Argentina. Buenos Aires. Ed. Planeta/ Booket, 2009. Tomo II.

[4] Nahmías, Jack: Op. cit.

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