viernes, 13 de agosto de 2010

La dura tarea de ser un joven argentino.


Ayer fue el día internacional de la juventud, no se desde cuando se festeja, si se conmemora algun evento, ni a quien se le ocurrió eso. Pero en buenahora.

No es difícil encontrar en las sociedades modernas una incansable tendencia a la subestimación de la juventud. Gran parte de la sociedad “adulta” se escuda detrás de estos ataques, no toleran tener una discusión coherente con alguien más joven, alegarán que “nos faltan años de vida para entender como son las cosas” e impugnarán la validez de cualquier conversación que, entre ellos y alguien más joven, se produzca.
El adulto medio en nuestro país se erige como el portador de la “verdad revelada”, como un sujeto de construcción plenamente capacitado para entender cada una de las cuestiones que cruzan al cuerpo nacional. Se "sabe por haber vivido" nos gritan. La "racionalidad" les pertenece y no va a venir ningún pendejo insolente a decir como carajo son las cosas. ¡Dónde se ha visto!

Alegan que no conocemos la historia, que no vivimos el pasado y que hablamos por boca de jarro. Su postura es más bien cercana a la de un Dios. Según el adulto medio nada tenemos para decir de la historia nacional.
Los jóvenes nos drogamos, nos mamamos y nada nos importa el estudio, la realidad nacional, el compromiso y la responsabilidad. Eso de que nos movilicemos por aquello que creemos justo resultan ser simples actitudes por las que “cualquier joven debe pasar”. La certeza de la vida, su verdad absoluta, sólo llegará con la adultez.
La gran paradoja nacional es que quienes nos dan clases de moral a los pibes sean aquellos que no dudaron apoyar a las botas, aquellos que votaron 2 veces, ¡sí, dos veces! a un riojano nefasto, aquellos que miraban atentos como se chupaban a los pibes al grito de “algo habrá hecho”, quienes timidos y muertos de miedo asistieron al remate del patrimonio nacional, etc, etc.
Creemos que la juventud es sólo un rostro de la sociedad nacional, un rostro ocultado y ninguneado, pero lleno de valores y utopías por construir.
Que quede claro: la juventud no es una ideal, lejos está de serlo. Algo de culpa tendrán los “adultos” que la niegan y estigmatizan.
Propongamos una locura (digna de juventud) y pidamos respeto a los mayores, para que nosotros podamos a su vez brindárselo, pidamos a gritos una sociedad que cultive a sus pibes, que confíe en ellos, que los eduque en el amor y que priorice sus inquietudes, que la defienda, que la escuche (¡sobre todo que la escuche!) aunque mal no sea para persuadirnos de que estamos cayendo en algún error, algo que nos sucede y mucho, pero ni más ni menos que a los jovenes de cualquier época y lugar.

No estamos perdidos, estamos bien comprometidos, mal que le pese al adulto medio de hoy. Revisamos nuestra historia mal contada, renegamos de genocidas, de patillas, de cuartelazos, de persecusiones, de torturas, del egoísmo, de la pretendida superioridad que dota a los que mas vivieron de cierta aura de “credibilidad”. Valoramos la amistad, priorizamos la construcción colectiva, el amor. Creemos en la paz, desconfiamos del poder. Soñamos con el futuro, de eso vive la juventud. No nos despierten, se lo pedimos por favor...
Un Pibe que aún pretende serlo.

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