Salvador, en el estado de Bahía,
resulta ser antes que nada, una ciudad de contrastes. Pasé allí cinco semanas,
este último verano, y llevo conmigo infinidad de postales que han quedado
grabadas en mi memoria y que aún hoy siguen aflorando, desde el inconsciente,
buscando pistas para comprender. La postal de la Fiesta de Nuestro señor de
Bonfim es una de mis favoritas.
Por Flora Petrillo*
Salvador, esa ciudad inmensa, te
explota en la cara. Te lo muestra todo y nada a la vez. En su casco histórico,
Pelourinho, se entremezclan la opulencia y la extrema miseria en un radio de
cuadras. ¡Los colores por todos lados! Las construcciones, la belleza.
Pelourinho no te da la bienvenida, tan solo se muestra, aguerrida. Como siendo
consciente de la historia de guerras y esclavos que sostiene, pesada, en sus
hombros. De los siglos y siglos de historia. De las almas negras vendidas en
sus plazas, de las religiones desterradas y el intento fallido de ser colonia
de un imperio. De las familias acomodadas de Portugal, de sus descendientes
mestizos y la marca del color de la piel como forma de aseverar que nadie acá
es puro. Todo es una imperfecta mixtura, muchas veces imposible de asir para el
turista desprevenido. Como si fuera consciente, quizás, de ser mucha de la luz
de este Brasil inmenso; y tanto más de su oscuridad…
De todas las postales que
conservo en la memoria, me quedo con una de la mañana del 17 de enero: La
fiesta de Nuestro señor de Bonfim. Esta celebración es, quizás, una
de las manifestaciones más claras del sincretismo que se respira en Bahía. La
mezcla tan característica de la forma bahiana en que se aúnan tradiciones tan
distintas, como las del catolicismo portugués -que aunque mucho no sepa me da
la impresión que es muy distinto al español- y el candomblé, sus rituales, y
sus devociones, sobreviviendo con estoicismo y aparente armonía. Se
mezclan los Oxalas con los Jesuses de Bonfim. Uno como sincretismo del otro.
Señales de la cruz parecen convivir con las limpiezas que se hacen en los
terreiros, las plantas y los inciensos. Fieles católicos y negros bien bahianos
(¡Y negros bahianos católicos también!), unos al lado de los otros yendo a un
mismo lugar. Me desvela la pregunta obligada: ¿cómo se hace para convivir en
armonía (o al menos eso parece) entre tanta mezcla? Deseo investigar más
sobre esta fiesta y quizás conocer qué fue pasando a lo largo de los años.
La procesión comienza bien
temprano en el elevador Lacerda, el que comunica ciudad alta con ciudad baja.
Recorre calles populares de la ciudad, con las bahianas liderando la procesión.
Las bahianas sonríen vestidas con pollerones enormes de telas bien pesadas, armados con miriñaques y que encima tienen una especie de casaca larga, a tono con la pollera. Llevan collares de muchos colores (en especial azul y blanco, que son los colores de Oxalá Jesus), y en la cabeza los turbantes tan típicos y tan imposibles de copiar. Allí mismo, en la Iglesia, se hace un lavado de las escaleras (lavagem do Bonfim), son las 6 de la mañana. Las rejas de la Iglesia están cubiertas de cintas: la gente pide sus deseos y ata cintas de todos los colores con diversas insignias, son las que intentan regalarte desde que llegas a la ciudad.
Las bahianas sonríen vestidas con pollerones enormes de telas bien pesadas, armados con miriñaques y que encima tienen una especie de casaca larga, a tono con la pollera. Llevan collares de muchos colores (en especial azul y blanco, que son los colores de Oxalá Jesus), y en la cabeza los turbantes tan típicos y tan imposibles de copiar. Allí mismo, en la Iglesia, se hace un lavado de las escaleras (lavagem do Bonfim), son las 6 de la mañana. Las rejas de la Iglesia están cubiertas de cintas: la gente pide sus deseos y ata cintas de todos los colores con diversas insignias, son las que intentan regalarte desde que llegas a la ciudad.
Aquella mañana
decidí ir lo más temprano que fuera posible: se trata de una fiesta
muy popular y mucha gente que se agolpa en la calle. Mucha fue mi sorpresa -o
no tanto, a veces parece que ya nada sorprende en Bahia- cuando al salir para
una procesión "religiosa", a las 7 de la mañana ya se
acomodaban los puestos de cerveza, 3 x 5 reales, una x 2. Eran miles, no
exagero. Cada 10 metros algún bahiano o bahiana, uno al lado del otro, con sus
heladeras de telgopor y gazebos en los mejores puestos... ¡mucha, mucha
cerveza!, algún que otro Smirnoff (a mayor precio, claro) y agua gelada.
Miro realmente sorprendida: ni se me ocurre tomar alcohol tan de
mañana, menos aún con los acompañamientos culinarios usuales; como el acaraje,
la feijoada, los espetiños, todos mezclados entre las cervezas al por
mayor. ¿Cómo hacen, cómo? Pienso en sus estómagos e hígados, a prueba de todo.
Y la mixtura no termina ahí,
puesto que al ir acercándome a la iglesia, veo como avanza la
procesión oficial, encabezada por el PT. Si, el partido que llevó a Lula al
poder. En Bonfim se mezclan, además de las religiones, las consignas: bloques
afro conviven con las pancartas de reclamos salariales, colores partidarios,
carteles que piden por conocer todo lo ocurrido durante la dictadura (una
enorme sonrisa se dibuja en mi cara, por el país donde me tocó nacer, que de a
poco va recuperando la memoria), bloques de gays y lesbianas, sindicatos que
piden acortar el horario de trabajo, familias enteras, bahianas entremezcladas
con los demás, hombres y mujeres disfrazados de indios, caciques... y la
iglesia como telón de fondo, y los fieles portando remeras coloridas de Jesús.
Bonfim parece una fiesta. Alcancé
a atar en la entrada de la iglesia las cintas compradas en el camino -los
puestos de cintas peleaban mano a mano con los de las cervezas-, no sin pedir
mis deseos bien intensamente. Fui partícipe un rato de la extraña fiesta, donde
desde un altoparlante de la inglesia se arengaba a los fieles a cantarle al
cristo de Bonfin, y me volví caminando.
Bonfim, quien tiene fe va a pie,
se dice por acá.
*Naci el dos de noviembre, bajo
el signo de Escorpio, y como estrella lunar para el calendario maya. Escribo
desde chica y quizás desde siempre me gustan los libros. Mi blog, oximoronica.blogspot.com recoge
algunas impresiones imperfectas de mi mundo, que es mío y de los demás.
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