jueves, 10 de enero de 2013

Imaginemos…



Se nos va el año entre futurismos y apocalípticas respuestas… se nos va el año que vio irse al mágico Spinetta, un alma de diamante que, probablemente ande, incomodando el viento. Se nos fue diciembre y sus postales, el mes más histórico de nuestra historia.

Pero la noche no es menos noche porque se acaba el año. En última instancia al cosmos poco le importa el calendario que “supimos conseguir”. No hay fin del mundo, porque aún no sabemos si hubo comienzo. Somos energía en perpetuo movimiento, mutamos, pese al caprichoso sentimiento occidentalista y moderno que pretende pactar un final trágico que estimule los mercados. Una racionalidad moderna que nunca entendió cómo después de tantos años de saqueo y expoliación, la tierra sigue dando hombres, y los hombres siguen adorando la tierra. Es que el movimiento molesta, lo impredecible nos conmueve…Pero claro, ni el cosmos, ni la pacha entran en nuestros brindis, mesurados frente a tanta tragedia. ¿Mesurados?

¿Qué nos incomoda más? ¿La falta de sensibilidad, o la sensibilidad arrinconada en las fuertes estructuras de la vida social?

Lo cierto es que el tiempo que fijó el hombre moderno pasa muy rápido, y con ello el caos mental intercediendo por nosotros. Pero juguemos, que también para eso hemos venido al mundo…

Imaginemos un mundo más austero; pero no la austeridad que exprime pueblos, sino la de un “vivir bien” sin acaparar demasiado. Un mundo donde sus portadas y sus mervales no condicionen tanto los deseos de la gente. Imaginemos sociedades sin tanto derroche, brindado sobre las empedradas calles, lustrando los poemarios biográficos del ser-entre-otros. Imaginemos niños que no envejezcan de golpe…

Imaginemos un mundo liderado por líderes y no banqueros, donde la lucha por la dignidad cueste menos que sangre.

Imaginemos un mundo politizado en el sentido más colectivo de la palabra, sin tantos altares, y con la gente mirando cada vez mas el cielo… sería como entorpecerles el trabajo a los dioses, que tan torpes nos han visto actuar a lo largo y ancho de la historia. ¿Y si abriéramos un agujero en el espacio-tiempo? Quien sabe, quizás encontraríamos discos iné-ditos del flaco, y algún que otro cuento de Abelardo Castillo.

Ingresaríamos a una geografía sin tiempos, a ese mundo de la etnografía ficción, al de don Juan y sus años. Pero si ya hemos ingresado a la era digital ¿desde donde digitaremos nuestra preciada imaginación?.

Ella traduce nuestras obras, y nos mantiene distantes del peligro de no encontrar finales, ni comienzos, ni atardeceres… ese es mi mayor temor, y quizás, el de ustedes… que frente a una tierra en llamas, no seamos creativos e imaginemos cuanto podemos hacer por ella.

Buen año.

Patricio Rosales

Nota recientemente publicada en La Opinión Semanario

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