lunes, 27 de febrero de 2012

Petróleo, minería y transporte público: entre el agotamiento y las nuevas perspectivas

Los primeros meses de este 2012 han tenido una especial tensión respecto de temas centrales para cualquier Estado del mundo. Desde los debates concernientes a modelos de producción y la necesidad de desarrollos sustentables, hasta la tragedia del servicio público con el desastre de Once, pasando por la discusión por el subsuelo.
Los tres temas: minería, petróleo y transporte público giran en torno a un eje central que los anuda: el agotamiento de las privatizaciones y el rol del Estado.
Sabemos del fracaso absoluto que significó la entrega a precio vil de YPF, para ese entonces la mayor empresa estatal nacional. Sometida por propios y extraños, sobre todo a partir de 1976, pero incluso durante los años de la democracia alfonsinista y, contundentemente, en los años de entreguismo menemista, YPF resultó ser el paradigma del fraude y robo al pueblo argentino.
Las consecuencias de la falta de exploración y la imposibilidad de fijar pautas contundentes respecto al valor del petróleo han dejado actualmente a la argentina en una situación límite. A nuestro criterio, YPF debe estatizarse a partir de una visión estratégica de desarrollo que ponga a la soberanía petrolera como eje para la consolidación de un nuevo paradigma productivo centrado en la viabilidad del desarrollo agro-industrial. El petróleo y el gas, al ser el insumo básico de estas iniciativas, se transforma entonces en la clave para pensar argentina a corto, y sobre todo, a largo plazo. ¿Más Estado? Sí, a partir de una mirada estratégica y sustentable.



La discusión sobre la megaminería no es menos fundamental para el desarrollo nacional pero, sobre todo, para las economías de enclave. Se sabe, la minería provee a las mismas de importantes fuentes de trabajo y las mineras consolidan una importante inversión difícil de igualar por casi cualquier Estado. Esto no alcanza, ni de cerca, para palear las atrocidades que la megaminería produce en estas zonas. La detonación de cerros enteros, el uso de cianuro (aunque Corpacci nos tome por tontos) y sus consecuencias sobre el agua sumado a la destrucción ecológica de estas economías de enclave pintan un panorama preocupante para estas zonas en el futuro cercano. Si a esto agregamos los bajos impuestos/retenciones que las mismas dejan en el país, estamos ya en presencia de un gran problema estratégico productivo nacional. Algunas iniciativas (como la de liquidar las divisas de las mineras en el país) marcan un rumbo, por ahora insuficiente. Otra vez ¿Desarrollo regional? Sí. ¿A qué costo? ¿Qué rol asume el Estado? ¿Porqué no pensar en la factibilidad de una minería sustentable a largo plazo que provea a estas regiones de un equilibrio laboral-ecológico?
En este punto conviene pensar en la necesidad de un Estado presente y regulador que determine las reglas del juego a mineras extractivas que nada tienen que ver con la consolidación de un desarrollo estratégico y sustentable, en términos ecológicos y económicos, a escala regional y nacional. Tarea ardua de un Estado en recuperación pero que deberá comenzar a ser discutida sin matices y a partir de una mirada integral.
Si sumamos a la megaminería el desarrollo sojero y su glifosato tenemos dos ejes productivos que se transforman en sendos problemas ecológicos de consecuencias ya visibles que el Estado nacional debe comenzar a regular si se quiere consolidar un desarrollo económico sustentable, repetimos, en términos tanto económicos como ecológicos.
De todas maneras, no queremos caer en fundamentalismos. La mayor parte de las iniciativas industriales y agrícolas traen aparejadas consecuencias graves para el ecosistema pero, se sabe, el costo de terminar con todas estas iniciativas también tendría consecuencias graves. ¿Qué pasaría si ponemos el ojo sobre la industria automotriz (una de las más contaminantes)? Con esto solo queremos marcar que el tema es delicado y que no hay una solución unidireccional, que se necesita la presencia del Estado y la consolidación de un equilibrio, lo más socialmente justo posible, entre desarrollo y ecología. ¿Cómo lograr ese equilibrio? Es tarea de una discusión sensata, democrática y madura entre las patas productivas, ciudadanas y estatales de la sociedad argentina.



Por último, y en clara relación con estos grandes temas, se nos viene encima la tragedia de Once y la necesidad de repensar el transporte público en su totalidad. Otra vez encontramos como eje el agotamiento de las privatizaciones, el casi nulo control público de las concesiones y la desidia de los actores privados que lucran a costa de vidas humanas. Un Estado presente sólo a través de subsidios sin control y sin la decisión de marcar el terreno se transforma en un elemento más del problema pero nunca en parte de la solución. Estatizar el transporte público implica una erogación monetaria que quizás este estado no podría sostener, pero sí debería comenzar por repensar integralmente el transporte público, la descentralización de las actividades y el fin de estas administraciones nefastas. Aquí abonamos a la idea de que el transporte público en general, y el tren de pasajeros y de carga en particular debe ser administrado por el Estado, sabemos que para ello hay que crear las condiciones de financiamiento que permita renovar integralmente al sistema ferroviario con una fuerte presencia del trabajador ferroviario como eje de esta administración. Este debate debe incluir una necesaria revisión integral del transporte público a partir de una mirada social-productiva que tenga como nudo rector al transporte, tanto de carga como de pasajeros, como servicio social.



Otra vez, los grandes temas de la democracia argentina deberán ponerse en discusión para terminar con flagelos que atentan contra la vida misma de las personas. El tema es complejo, pero no debe aplazarse, se tiene la oportunidad histórica de avanzar en beneficio de la justicia social, claro para ello hay que abrir el juego a una discusión democrática y amplia que confluya en una acumulación de poder que nos permita como sociedad enfrentar a los poderes que mantienen estos flagelos. La discusión está abierta, las privatizaciones agotadas y la solución latente, trabajemos en pos de que esta sea social y ecológicamente justa.


El Infernal

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