martes, 6 de septiembre de 2011

El pibe es una bandera.

El que no se mueve, no escucha el ruido de sus cadenas Rosa Luxemburgo

"Hoy, más que nunca, la militancia juvenil tiene un papel esencial. La lucha militante de cara al sol: nada de clandestinidad, nada de armas, se triunfa cuando se transforma el número en fuerza, pero no en fuerza armada. En fuerza militante, territorial, cuando se habla con la gente, cuando hay un proyecto para ser comunicado que convenza al militante y le da fuerzas para convencer a los demás" .José Pablo Feinmann

El pibe es una bandera, o parece eso.

Se confunde con ese trapo que a mi viejo le rejuvenece el aliento, con las utopías gastadas que alguna vez escondió, y que le palearon la juventud, o por esas historias que desaparecieron tras un viento silencioso y mortal que apagó todas las voces y las enterró en el olvido.

Se hace uno con el pañuelo en la cabeza, esa insignia que desafía al tiempo, que todo lo silencia , y al destino, empecinado en escribir nuestra existencia. Encuentra resguardo en cada adolescente que sale a gritar que vive, piensa y cree, y que eso ya no va a cambiar, como en los tiempos nublados por nubes llenas de sangre y lágrimas, en la tormenta más horrible de la historia.

El pibe es una bandera, y a mí me gusta que lo sea. Se deja descubrir en el fondo del espejo con el alma llena, y contagia. Tiene orgullo. Se empecina en empapar al resto con su subjetividad, convencido de cambiar el mundo para bien, aunque haya que empezar en un lugar tan pequeño como su mundo, su cotidianeidad.

El pibe es un militante. A veces un guerrero estoico, otras un profeta apasionado, otras un simple joven adulto con las pulsiones confundidas, pero es un militante, con todo lo que eso contiene: ese pacto único, envidiable, entre la cabeza y el alma, esa comunión ideal entre el sentimiento y la ideología, que completan el círculo que le da un sentido al ser.

El pibe es la praxis sobre la que nos eyectamos a la realidad, dispuestos a modificarla, con el aliento de la democracia recuperada, un tesoro que perdimos por caminar la vida cruzándonos de vereda.

En la bandera, la militancia, y en la militancia, el ser humano en su intento de cristalizar su condición de posibilidad.

El espejo va dibujando más grande al pibe, a medida que me acerco para verlo mejor. Lo pinta grande como la esperanza que penetra los sueños hasta hacerlos cumplir. Con ideologías que parten del alma para terminar en el cielo.

Es que ¿Qué es la militancia sino llenar la boca de ese aire que penetra las almas con orgullo, justificando nuestro lugar en el mundo, como una bandera?

Alexander J. Algieri

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