miércoles, 2 de diciembre de 2009

Humilde convite a algo que intenta ser una reflexión.

Infinidad de palabras organizadas en formas de verborrágicos discursos en favor de ciertas medidas terminales para combatir la “inseguridad” y un uso abusivo e irresponsable de dicha temática por parte de los medios de comunicación nos obligan como ciudadanos a que reflexionemos en torno a las alternativas que se nos presenten hoy en nuestro país.

Sin (con) la intención de herir susceptibilidades y teniendo como fin último (primero) aportar una idea completamente antagónica a aquella que aboga por la pena de muerte, opté por citar un fragmento de un libro escrito por Martín Caparrós y editado en 2006 al cual decidió llamar “EL INTERIOR”.
Solo resta pedir al lector disculpas por la extensión de dicha cita, pero creo vale la pena, ahí va…*

Dice Caparrós: “…Cada año mueren unos 4.000 (hoy 7.000) Argentinos en accidentes de tránsito; los homicidios en cambio, matan a unos 2.200, pero el mal supremo es la delincuencia, la inseguridad. He visto pocas marchas para pedir coches mas seguros, mejores carreteras, policía de tránsito que no se corrompa tan barato… y somos tantos: somos, en algún momento, casi todos: el tipo que te tira el coche encima en la bocacalle, el tipo que va por la carretera a 120 a cinco metros de tu coche porque está apurado y quiere prepotearte, el tipo que agarra una curva en al doble de la velocidad indicada y el coche que se le empieza a deslizar al otro lado. Es difícil hacer un país con gente que piensa la sociedad en estos términos.
Y, mas peor cada día hay unos 5 muertos por accidentes de trabajo en la Argentina. A ver: 5 trabajadores argentinos -y ya hay pocos- se mueren cada día por accidentes de trabajo. Digo: 5 cada día. Son muertes que no aparecen en la tele, que se producen porque las condiciones negreras del trabajo consiguen que haya 14 muertos por cada 100.000 trabajadores… Pero lo que importa –lo que decide muchas cosas- es la inseguridad.
… En el Interior muchos nos compadecen, se imaginan la vida en la capital como una guerra de trincheras, un susto permanente –que los medios en general le cuentan….

… En los primeros seis meses de 2004 hubo 52 asesinatos en la Ciudad de Buenos Aires; dos por semana. Es tanto menos que los muertos por accidentes o por el cigarrillo, para no hablar de hambre y las enfermedades atendibles. Y, sobre todo: de esos 52, sólo 16 murieron en robos. El resto fue víctima de crímenes pasionales, riñas o venganzas. Digo en Buenos Aires la posibilidad de que te asalten no es muy grande pero si te asaltan, la posibilidad de que te maten es una en 2.000, o sea: el 0.05 por ciento. Mucho menos que el riesgo tolerado para cualquier operación de riesgo. No digo que esté bien; digo que es poco, y que sigue sorprendiéndome la diferencia que hay entre la realidad y la percepción general. O, dicho de otra manera: acá hay alguien que miente como un maestro zen.

Segurismo: doctrina política que postula que el problema central de una sociedad está en su criminalidad.
De constante aparición en distintos lugares y momentos, el segurismo se desarrolla con más facilidad en sociedades donde ha habido cierto deterioro de la situación económica y social de las clases bajas y medias (¿Argentina 2009?)… Responde al miedo de sectores sociales de clase media y media alta –las clases altas suelen tener su propio mecanismo de autodefensa- que se sienten de pronto desprotegidas –al producirse un aumento de las diferencias económicas que, en ciertos casos, se traduce en un aumento de la criminalidad. Es lo que el segurismo llama inseguridad, palabra mágica que se constituye en centro de todo enunciado y justificación de cualquier pronunciamiento. (“El que mata tiene que morir” Susana Gímenez, entre otros)

El segurismo pretende que la respuesta no debe ser enfrentar al deterioro sino a sus consecuencias, por vía de mayor represión. No siempre desemboca en gobiernos autoritarios, pero puede suceder. (Argentina 1976, por ejemplo). Cuando no, sólo produce una intensificación de la represión y el control social dentro de los límites del mismo sistema político. (¿Argentina 2009?)

En cualquier caso, el segurismo produce una demonización de esos sectores empobrecidos de los que proviene el alza de la delincuencia. Y tiende a intensificar las divisiones en esa sociedad –y a justificar esas divisiones definiendo como delincuentes en acto o en potencia a los integrantes de esos sectores.
El segurismo y sus eslóganes sustituyen –o intentan sustituir- el resto de los debates políticos y sociales que esa situación parece precisar. (Argentina 2009).
El segurismo, que no analiza las razones y causas del problema, tiende a creer, con el mismo mecanismo en soluciones mágicas (“el que mata tienen que morir”), igualmente irracionales –irrupción policial, arsenales legales- y en la aparición de lideres salvadores capaces de aplicarlas –el famoso hombre fuerte. (¿Macri? ¿De Narváez? ¿Carrio? ¿Solá?)
Los seguristas suelen actuar de buena fe, aunque haya propagadores de la doctrina que intenten aprovecharse de ella para mejorar su situación política o económica…” (¿Tinelli?, ¿Castaña?, ¿Gímenez? ¿Macri? ¿De Narváez? ¿Carrio? ¿Solá?).

Hasta ahí las palabras de Caparrós, y las preguntas mías… las respuestas las debemos encontrar entre todos, la solución no es mágica, la pena de muerte nos convierte a todos en asesinos y nos aleja de la solución que creo va por el lado de la educación, la igualdad, la justicia (en su sentido mas amplio), y el compromiso social de todos y cada uno de nosotros.




* Las negritas y los paréntesis son míos. (Caparrós lo escribió en 2006, su actualidad es incuestionable, las preguntas me las hice a principios de año en este articulo (Marzo de 2009), las respuestas siguen sin aparecer)
Por Ignacio Garavaglia

No hay comentarios:

Publicar un comentario