El 55: el nombre como síntesis
del habla de la masa
Una fotografía: autos destrozados
tras haber sido incendiados. Otra minuta del momento: cuerpos apilados cual
fosa común. La fecha que marcó historia: 16 de junio de 1955. Los aviones de la Marina y la Aeronáutica descargan,
después de un intento de copamiento fallido a la Casa Rosada , más de 9
toneladas de explosivos que son arrojados en la zona céntrica de Buenos Aires.
Con las enormes salvedades espaciales, temporales y sociales, se nos aparece
aquí aquella máxima: la historia se repite como tragedia. Se trata del Guernica
local; ¿Qué es lo que esos aviones están diciendo? ¿Qué están expresando esas
descargas de metralla contra los cuerpos de civiles indefensos?
Subyace a toda acción social un
corpus de significados. Área gris donde las fuerzas sociales disputan lo
simbólico, la frontera de cierre de la significación, donde algo significa ese
algo y no otra cosa. Parafraseando a Gramsci: ideología como cosmovisión, como concepción del Mundo. Decimos
nosotros; lenguaje como expresión ideológica, como proyecto social subyacente a
todo accionar, a todo movimiento en el campo político.
En este sentido es indiscutible que
la detonación de aquellos explosivos y el sobrevuelo de aviones de guerra sobre espacios civiles-como espacios contrapuestos a lo bélico en el sentido más estrictamente
militar de la cuestión-, son claramente hechos que vienen a manifestarse como
expresiones de una situación social. Subyace en aquellos actos una acción
social clara. Se trata de un proyecto político que busca imponerse, que cuenta
con un sujeto que lo sostiene y moviliza, que interpela al medio social en el
cual se encuentra y que, por tanto, se aparece como medio para un lenguaje,
para un cuerpo expresivo, simbólico y físico. Aquel sujeto será reconocido
desde el movimiento peronista como un otro contrapuesto, en las antípodas, como
aquel que me niega en tanto soy. En
resumidas cuentas, como el gorila.
Entonces, aquel proyecto, aquel
sujeto, vienen a propalar un mensaje que resulta, a todas las luces, contundente:
no hay posibilidad de diálogo alguno. El espacio común donde podría realizarse
el diálogo está obturado, está cerrado. Por ello la lengua que media tal
mensaje es la extrema violencia. Es el recurso de la fuerza que niega al Otro como interlocutor.
Buscando tomar por asalto los puntos
neurálgicos de la disposición simbólica de la Capital Federal :
Plaza de Mayo, Casa de Gobierno, edificios ministeriales y públicos, la fuerza del Gorila viene a decir aquí no
hay Pueblo más que nosotros, por ello tomamos
sus cuerpos, porque son la posibilidad de reafirmarnos negando su existencia:
va de suyo que las explosiones y las ráfagas de metralla estén dirigidas a los
lugares circundantes donde se encontraban presentes civiles indefensos,
indiferentemente su filiación respecto del gobierno de Perón, porque son
precisamente esos cuerpos los que están siendo tomados y ofrendados por la fuerza a un proceso hostil abierto y en
carrera, ya que en menos de 3 meses se produciría la “Revolución Libertadora”.
Momento en el que, al decir de Cooke, el régimen peronista es vencido cuando
Perón, proclamándose el Presidente de todos los argentinos, durante un discurso
el 16 de julio de aquel año, es reconocido en tal rol solamente por la clase obrera[1].
Sucede entonces lo que la fuerza no esperaba -o al menos no
preveía-: por cada detonación, por cada bala de esta ráfaga, por cada
sobrevuelo, se instala en el movimiento peronista un elemento que nutrirá a
futuro el imaginario del Retorno. Se
inaugura entonces un período histórico conocido normalmente como La Resistencia Peronista , donde a través de tomas
de fábricas y establecimientos, actos de sabotaje y desobediencia civil,
alianzas estratégicas con proyectos políticos de otras índoles, y actos de
propaganda armada, se nutre un corpus común al movimiento peronista. La expresión
que resumirá dicho momento: “Perón Vuelve”,
se transformará por la dinámica de los elementos combativos del movimiento en “Luche y vuelve”. Porque aquella fuerza
que da el golpe, que asesina y tortura, accionará pensando que esa masa
peronista se disgregaría y se
transformaría en pueblo, canalizada a través de los partidos tradicionales[2].
Acorde con esa estrategia es que los
aparatos de Intelligentzia acompañan desde lo simbólico lo que la fuerza no ha podido destruir con un
decreto. Aparatos orientados a desarmar un léxico, a destruir un corpus y un
ethos organizado en un sujeto representado en el movimiento peronista. Es el
intento de la fuerza por “normalizar”
un Pueblo mediante la reformulación de la Política de la Historia , al decir de
Jauretche, una política cuyo objeto es la falsificación de un relato; la
creación de una discursividad falaz que busca obstaculizar y disgregar el
avance de un estado de cosas, el dinamismo de un cuerpo nacional presente en la
dirección del aparato estatal hasta el 55[3],
expresado en el movimiento peronista.
“Perón
vuelve”, “Luche y vuelve”, son las puntas de un iceberg. Son las
expresiones de un cuerpo que está diseminado en la sociedad. Interpelan y crean
una identidad en contraposición a un Poder –el del Estado represor, del Gorila
en la dirección de la Nación-
de modo tal que la figura de Perón se vuelve inasible para la Fuerza : está presente en
cada acto, en cada pared, en cada toma, por ello es imposible de ser
circunscripta y delimitada.
Al decir de Laclau, la persona de
Perón y el movimiento peronista se transforman, a partir del 55, en el sinónimo
de una cadena equivalencial[4].
La distancia física de Perón –en móvil exilio en este momento- respecto del
movimiento y de su base, y la imposibilidad de una palabra oficial y autorizada
-al ser perseguida por el aparato represivo- hace que florezcan una diversidad
de interpretaciones legítimas. La palabra del líder del movimiento llega
esquivando la censura, a través de correspondencia personal, de cintas o
grabaciones precarias.
De esta manera la reactualización
del lenguaje del movimiento peronista se realiza nutriéndose de múltiples
expresiones y experiencias. Porque esta diversidad existió es que podemos
comprender la coexistencia, en el marco de un mismo movimiento, de posiciones
tan antagónicas como el “Peronismo sin
Perón” de los sectores vandoristas y el peronismo, nutrido de raíces
cristianas revolucionarias, de grupos como Cristianismo
y Revolución.
Se supera la lógica de una cadena
equivalencial y la
Resistencia Peronista y su líder pasan a ser un Significante vacío por excelencia, donde
el límite y la frontera están en conflicto, y la posibilidad de equivalencias
en el interior del movimiento es amplia en función de un Otro claramente
delimitado y discriminado.
Se alimentará hasta la vuelta
definitiva el Mito. Perón se aparece
como una figura mistificada. Es el nombre que ha dejado de pertenecerle para
realizarse como síntesis de la masa; “es
el hombre que encarna los anhelos populares en un momento dado, y que entonces
sí, aparece embellecido por todos los reflejos de la historia, porque no es un
hecho personal ejerciéndose sobre las masas, sino que es la síntesis de un
sentimiento multitudinario que encuentra el caudillo y la forma de encarnarse”[5].
La noción del retorno alimenta la acción social de la Resistencia. Es el
sujeto peronista, en su diversidad, en su riqueza nutrida de heterogeneidad,
que se amplía, que continúa diversificándose diariamente frente a un Estado
militar –con treguas civiles- de corte opresor y censor del movimiento. La
rebeldía frente a un estado de cosas es lo que alimenta el fuego de la Resistencia , es el
combustible del Mito en movimiento.
Raggio
[1] COOKE, John. William: La
lucha por la liberación nacional, el Retorno de Perón, Ediciones Papiro.
.p. 102
[2] COOKE, John. William: Op. cit.
[5] COOKE, John. William: Op. cit..
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