El “quietismo” no es una característica
del Kirchnerismo al mando del gobierno, sabe que sus mejores momentos hicieron
pie en la dinámica de las propuestas y en la, asombrosa (?), capacidad de fugar
hacia adelante ante escenarios más o menos díscolos. Quizás esta sea la
enseñanza política que más hondo caló en el cuerpo político kirchnerista post
resolución 125. El desaire sufrido tras las legislativas de 2013 no iba a ser
la excepción.
En el día de ayer, con una
aparición íntima y personal, CFK volvió a la escena pública tras su operación
en la cabeza. Tanto su convalecencia
como su regreso se encargaron de reafirmar esa máxima que viene imponiéndose en
la vida política nacional: CFK es el centro de la escena política, todo el mundo político gira en torno a ella, esté o no presente, hable o deje
de hablar. Si bien esta característica es usual en democracias
presidencialistas como la nuestra, en el caso de CFK se hace aún más notorio
dado que no aparece en el amplio arco opositor ninguna personalidad que pueda
disputarle, al menos, la centralidad de dicho escenario.
Tras el mensaje personal llegó el
mensaje institucional. El vocero presidencial anunció ayer por la noche cambios
de peso que sirven para encarar los próximos dos años de gestión con un poco
más de oxígeno para una fuerza que gobierna desde hace 10 años de forma
ininterrumpida. El gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, asumirá la vacante
que deja Juan Manuel Abal Medina al mando de la Jefatura de Gabinete, cargo que
desempeñó un tiempo durante la presidencia interina de Duhalde. Deberá
revalidar en el plano nacional las virtudes que lo llevaron a gobernar dos
mandatos en el Chaco y corregir muchas de las serias deficiencias que también
son producto de su gobernación. La jefatura de ministros es otro harén, lo
sabemos, pero el peso específico del puesto obliga a dinamizar una batería de
medidas que oxigenen a la gestión pública y que tiendan a enfrentar la
multiplicidad de frentes que se abren para el país en estos tiempos. La
responsabilidad es proporcional a las intenciones políticas de Capitanich que
aspira a ser el delfín de CFK de cara a 2015.
Las otras modificaciones también
tienen su peso específico. Axel Kicilof reemplazará en la cartera de economía a
Hernán Lorenzino, lo propio hará Carlos Casamiquela en Agricultura reemplazando a
Yauar y Fabregat con Marcó del Pont en el BCRA. Las modificaciones, todas, son un claro
mensaje político. El mensaje tiene dos patas, una de ellas anida en la
reafirmación de "el" rumbo dado que los nuevos ministros provienen del riñón kirchnerista y, la otra, es que todos los cambios tienen centralidad en el
frente político económico, que viene mostrando algunas deficiencias
durante este año representadas en la incapacidad de frenar la caída de
las reservas. Al contrario de lo que piensa el mundillo opositor, el gobierno tomó nota de esta situación y pretenderá resolverla con los nuevos ministros y funcionarios al mando.
Finalmente vale decir que todos
los ministros imprimirán dinámica al escenario político nacional y asumirán con intenciones de imponer agenda. Ya
sabemos, el quietismo no es opción en la gestión Kirchnerista.
El Infernal
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