miércoles, 7 de abril de 2010

Esa jodida y sistemática costumbre de matarnos (2º parte)...

…Nos hacen creer que nuestras luchas son desnudas y huérfanas [1]como quien programa la memoria e instaura el vacío. Nos hacen morder el polvo y la bosta de sus canalladas. Serenos y republicanos, siempre al acecho de criminalizarnos. Se perfilan, se peinan, se engominan para llamarnos mocosos; se alimentan de la bazofia televisiva de quienes detentan el poder. Se ríen de ser crueles, nos imaginan adiestrados en el paraíso errante de la conformidad… Y nos siguen matando…Se llevan uno, dos, tres, mil pibes. Se los llevan como encomienda y dejan sembrando nuestra lucha. Les molesta vernos de pie, vernos entre tantas letras y manos, y canciones; les molesta que volvamos de tantos exilios a caminar ¨sus¨ calles, a reírnos de su ciudadanía.Nos desaparecen hasta matarnos, con micrófonos, con cacerolas, con libros, con cámaras, jueces, milicos, con el pensamiento y la mediocridad.Y están frente a la pantalla demonizando corazones, ¡ahí los ves bailando en la opulencia y la perversidad por un sueño apócrifo!El coro de estos apologistas explotadores intentan adormecernos, y en nombre de la excelencia educativa nos transforman en meras estadísticas machacando nuestra subjetividad, aniquilando el derecho a pensar y patrullando nuestro pensamiento crítico: ¨la excelencia real está prohibida (…) porque exige esfuerzo, competencia y premia el mérito, tres ítems que hemos aprendido a detestar¨ 2. En la ambiciosa ruta reaccionaria lamentan la patria del atraso, porque somos moralmente espantosos, y como quien descongela el alma de Aristóteles, se lanzan a estigmatizarnos como naturalmente obedientes. Somos recurrentes obstáculos, objetos gritones obstruyendo el paso, similares a un bache por su efecto. Somos malos usuarios, delincuentes profesionales que toman de rehén a millones y millones de ciudadanos. Apelan al mito de la “era dorada” en la que “éramos ricos, cultos, educados y decentes”3, argumento tradicional de los nostálgicos de Roca, y se olvidan que somos los que trabajamos en negro, los que desempolvamos las minas, los salares y la botas del “hombre común”; somos manos delicadas, telares y madera; somos los que quedamos dentro cuando se vende la tierra, los hijos del alimento soberano y la fabrica recuperada… somos ese estallido de carne cuando se aprieta el gatillo fácil.Los acosamos de ser jóvenes, les duele vernos inquietos…
Por Patricio Rosales.

1. “Pobre patria mía”, Aguinis, Marcos, sudamericana, 2009.
2. Idem.
3. Idem.

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