viernes, 5 de marzo de 2010

El Legado.


Esta semana ha dado muestras de las tensiones políticas que se viven en la Argentina. Desde la construcción de mayorías espurias y circunstanciales ancladas en dinosaurios neoliberales, hasta la intransigencia oficial, pasando por vicepresidentes jocosos y opositores. Todo esto como fiel reflejo del espectro político nacional.

Seguramente la mayoría de nosotros podrá concluir que este gobierno (quizás como ningún otro desde el retorno de la democracia) puso en el tapete la discusión política y el debate liso y llano (en ocasiones-la mayoría-nefastos) como práctica cotidiana. Vale decir, la dictadura militar tuvo, quizás como uno de sus mayores logros, enajenarnos “la política”, impusieron el “no te metas” como el sucesor inmediato del “algo habrá hecho”, y dejaron a una sociedad con su matriz económica productiva destrozada, su sindicalismo combativo aniquilado y, para colmo de males, regaron una apatía temerosa en la sociedad que se tradujo en una cosecha nefasta para la historia argentina reflejada en la decadencia de la resistencia popular ante la escalada neoliberal de los años 90´. Este retorno de la política y el debate de la “cosa pública” nos deja bien parados de cara a la necesidad de encaminar la construcción colectiva.

Hoy como nunca podemos ver a los personajes sin las máscaras y podemos vislumbrar la lucha política en “su barro mas puro”. Vale decir, encontramos un gobierno que en su enfrentamiento con los grandes grupos económicos y con su ardid de defensores senatoriales, olvida la posibilidad de construcción colectiva con el espacio del “centro-izquierda” con el qué (posiciones polémicas aparte -Ej.: Proyecto Sur y la 125- ) tendrían, aunque mal no sea por espanto, la posibilidad de llegar a acuerdos que lo beneficien en contra de la calaña peronista disidente y los resabios de la Alianza, aliados como siempre a los grandes grupos económicos del establishment nacional (principales beneficiarios de sus años de gobierno).

Por su parte encontramos un complejo entramado de dinosaurios que reviven según sean los intereses en disputa. Digamos claramente, ¿quién se cree que el peronismo disidente en manos de Rodríguez Saá y Menem, en mayoría con los nefastos “ex – Alianzistas” (Morales y Aguad- UCR) van a defender el patrimonio nacional a capa y espada, si cuando les toco hacerlo optaron por las políticas privatistas-regalistas?
Es decir, hoy tenemos por este lado a viejos verdugos populares, en alianza con los grandes grupos económicos, obstaculizando todas las iniciativas del Ejecutivo y atribuyéndose el estatuto de “defensores morales de la integridad nacional”. Vaya paradoja.

Por último tenemos un espacio de centro-izquierda que se nos presenta como una interesante amalgama de personalidades de pensamiento nacional y popular (Pino, Argumedo, Lozano, Sabbatella) qué, exceptuando a este último, llevan adelante posturas que desconocen la “correlación de fuerzas” actual y le hacen el juego a la derecha más conservadora. Uno espera que la sucesión de los hechos los lleve a rever estas posturas. El tiempo dirá.
Esta es la variopinta coyuntura política nacional, es hora de que el gobierno tome nota y busque la posibilidad de consensuar con los sectores potencialmente afines para poder cavar en 2011 la tumba definitiva de la historia y la política, en donde reposaran estos dinosaurios de aquí y hasta que el mundo se llame mundo.
Si no se toma nota de esto, el 2011 nos deja más cerca de una restauración conservadora que de una alternativa progresista al gobierno nacional.
Sigamos debatiendo, sigamos construyendo alternativas políticas. Ese es hoy el legado que el bicentenario nos encomienda.

Por Ignacio.

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